Jueves 06/11/2025
Esto es lo que tienen en común los siervos fieles, las vírgenes prudentes y los talentos confiados: la respuesta de la parábola del juicio de las naciones. Cómo podemos encontrarnos con Dios ya hoy.
¿Cuatro parábolas, cuatro historias separadas? A primera vista, sí. Pero si se mira con atención, se ve el marco común. Este abarca desde “cuando Jesús salió del templo” (Mateo 24:1) hasta “cuando hubo acabado Jesús todas estas palabras” (Mateo 26:1). Todo este bloque se denomina “discurso escatológico”. Y no es un caso aislado.
Enmarcados y cosidos
La misma delimitación del cambio de escena y el final del discurso se encuentra también en los otros cuatro discursos del Evangelio: el Sermón del Monte (Mateo 5-7), el discurso del envío (Mateo 10), el discurso de las parábolas (Mateo 13) y el discurso a la comunidad (Mateo 18).
El discurso sobre el tiempo final está unido no solo por el marco exterior, sino también por costuras internas. La exhortación “del día y la hora nadie sabe” (Mateo 24:36 y 42-44; 25:13) y la advertencia contra el “lloro y el crujir de dientes” (Mateo 24:51; 25:30) recorren todo el pasaje como un hilo conductor.
Atentos y decididos
Las cuatro parábolas tienen el mismo tema: ¿Cómo prepararse para el retorno de Cristo? Y la misma estructura: contrastan el comportamiento incorrecto con el correcto. De este modo, se acercan cada vez más al núcleo del mensaje.
“No pierdas el tiempo”, dicen los siervos. “Prepárate activamente”, añaden las vírgenes. “Trabaja, y hazlo con lo que se te ha dado”, instan los talentos. Pero qué es exactamente el alimento a su debido tiempo, el aceite en las lámparas y el talento que se nos ha confiado, solo lo resuelve la última parábola.
Amorosos y enérgicos
Dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, recibir al forastero, cubrir al desnudo, visitar al enfermo y al preso: la cuarta sección presenta al lector esta lista cuatro veces, dos veces como afirmación y dos veces como pregunta, dos veces con elogios y dos veces con reproches.
Quien realiza estas obras de amor al prójimo se muestra como un siervo fiel, acumula el aceite de las vírgenes prudentes y trabaja realmente con los talentos que se le han confiado. Pero la lista de buenas obras es mucho más que un llamamiento a la acción ética. En ella hay una promesa.
Indefensos y santos
“En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”, dice el Juez de las naciones (Mateo 25:40), es decir, el propio Jesús. Cristo se identifica y se solidariza con los más débiles, no solo en sentido figurado, sino de forma muy concreta y literal. Esto hace que cada encuentro con una persona que sufre sea un encuentro con Dios.
Las personas no solo tienen hambre de comida, sino sobre todo de aprecio, atención y amor. No solo se está preso tras los muros, sino especialmente en los miedos, el resentimiento y la culpa. No solo están desnudos los que no tienen ropa, sino sobre todo los heridos, los humillados y los indefensos.
Para ayudar en este sentido, no hay que ser santo. Porque la lista de la misericordia solo exige pequeñas acciones, casi cotidianas. Y así, la idea central es: “Cristo se esconde en los necesitados y espera allí nuestro amor”.
Fuente: nac.today – el magazín de noticias de la Iglesia Nueva Apostólica Internacional