Confesar a Dios en la vida cotidiana: una mujer muestra cómo hacerlo

Sábado 30/08/2025

¡Dios abre el corazón de una mujer! Lo que sucede después marca el nacimiento de las comunidades cristianas en Europa.


El Apóstol Pablo recorrió casi 15.000 kilómetros con sus compañeros en cuatro viajes misioneros. Pasaron muchos años viajando. Su segundo viaje lo llevó entre los años 50 y 53 d. C. a los territorios que hoy son Siria, Turquía, Grecia y la ciudad de Jerusalén. Finalmente, un hombre se le mostró al Apóstol de noche en una visión rogándole: “Pasa a Macedonia y ayúdanos” (Hechos 16:9). Así, prepararon todas las cosas y continuaron su viaje.

Filipos, un lugar lleno de historia

La ciudad macedonia de Filipos, en la actual Grecia, ha sido testigo de muchos acontecimientos. Primero fue un asentamiento llamado Crénides, que existía desde el año 362 a. C., y luego fue conquistada y rebautizada por el rey Filipo II de Macedonia, conquistada por el general romano Lucio Emilio Paulo y, finalmente, escenario de la doble batalla entre los asesinos de César, Bruto y Casio, y los partidarios de César, Antonio y Octavio. Como colonia romana, el estilo de vida y la cultura romanos pasaron a formar parte de la ciudad.

El Apóstol Pablo llegó a Filipos por la Vía Egnatia, la famosa carretera romana y principal eje de comunicación entre Roma y Bizancio. Allí permaneció con sus compañeros durante varios días. El día de reposo se dirigió a las puertas de la ciudad, junto al río, donde solía hacerse la oración. Se sentó junto a unas mujeres que se habían reunido y habló con ellas. Entre ellas había una mujer a la que “el Señor abrió el corazón para que estuviese atenta a lo que Pablo decía” (Hechos 16:14). Su nombre era Lidia.

¿Quién era Lidia?

El nombre es una designación de su origen. Lidia era originaria de Lidia, una región situada en la parte occidental de la actual Turquía, más concretamente de la ciudad de Tiatira.

En su nueva patria, Filipos, había una población muy heterogénea, por lo que coexistían diferentes religiones. Lidia era una mujer temerosa de Dios. Ella no era judía sino gentil, pero respetaba la ley de Moisés y asistía al Servicio Divino en la sinagoga.

Lidia debía de ser una mujer inteligente, emancipada y acomodada, ya que comerciaba con éxito con púrpura, un símbolo de estatus caro y valioso en aquella época. Era una mujer soltera y dueña de su propia casa. Era la única responsable de la misma y de los quehaceres hogareños, por lo que, como ama de casa, podía disponer de todo a su antojo.

Cuando las palabras de Pablo llegaron a su corazón, se bautizó junto con toda su casa y rogó al Apóstol: “Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad” (Hechos 16:15). Ese fue el comienzo de la primera comunidad cristiana de Europa.

La fe, entonces y ahora

Dios tocó el corazón de Lidia y le permitió creer. Mediante el Bautismo, ella y su familia profesaron públicamente su fe en Jesucristo. Incluso dio un paso más y dejó que sus acciones hablaran por sí mismas en señal de gratitud, invitando a su casa. Tanto entonces como ahora, Lidia es un hermoso ejemplo de cómo se puede confesar a Cristo en la vida cotidiana. Porque quien confiesa a Dios, también es confesado por Él.

Fuente: nac.today - el magazín de noticias de la Iglesia Nueva Apostólica Internacional.

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