Los efectos de un encuentro con Jesús

Lunes 14/02/2022

"Un encuentro con Jesús nos lleva a hablar sobre Él y confesarlo". Este fue el mensaje central del Servicio Divino del domingo 13 de febrero. Por transmisión en español, fue realizado por el Apóstol Gerardo Zanotti, acompañado en el servir por el Anciano de Distrito Gustavo Santoro.


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Servicio Divino de palabra – 13 de febrero de 2022

Tema:
El camino con Jesús

Los efectos de un encuentro con Jesús

Texto bíblico:
Juan 4:28-29: “Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será este el Cristo?”

Mensaje: Un encuentro con Jesús nos lleva a hablar sobre Él y confesarlo.

“Ante todo quisiera colocar los cordiales saludos del amado Apóstol de Distrito, de los siervos, de las almas de cada lugar, de los cercanos y de los lejanos. Porque con el saludo y con la oración de unos y otros ya es una hermosa forma de comenzar a vivir esa comunión entrañable de aquellos que esperan una misma cosa y que tienen fundada sus esperanzas en una misma promesa”. Con estas palabras el Apóstol Zanotti daba la bienvenida en el Servicio Divino de palabra.

La palabra del día habla de los efectos del encuentro con Jesús. En camino a Galilea, Jesús pasa por Samaria. Relata la Biblia que estaba cansado por el camino y se sienta en un pozo para beber agua. Ahí se encuentra con la mujer samaritana. Los samaritanos adoraban en otro monte… En aquella época había algunas diferencias entre aquellos que creían en el mismo Dios y esperaban al mismo Señor.

Jesucristo empieza a hablar con esa mujer, algo que tampoco era demasiado aceptable por la sociedad del momento. Pero Él, en el ejercicio de su condición de Dios entre los hombres, vino a mostrar cómo es el Padre. “Nunca nos deberíamos olvidar de esto”, expresaba el Apóstol.
También en la palabra del don del Espíritu Santo nos muestra cómo es la patria celestial y cómo es el Padre. Nosotros también tenemos nuestras costumbres y vivimos en una sociedad con sus características, que a veces son distintas de aquellas que corresponden a la patria celestial. Entonces en cada palabra, en cada Servicio Divino, el Señor nos llama alrededor del altar y nos habla, como hizo con aquella mujer.

En pocas palabras, le contó que conocía toda su vida y la mujer se sorprendió. El texto bíblico dice que entonces la mujer dejó su cántaro, fue a la ciudad y dijo a los hombres: ¿No será este el Cristo?

Jesús siempre colocaba una palabra que los ubicaba, había que comprenderla, aceptarla, llevarla en el corazón y después obrar en consecuencia, igual que nos pasa a nosotros hoy.
Él no hizo diferencia entre judíos y samaritanos, alteró algunas reglas de la sociedad del momento para mostrar que la palabra, que la voluntad de Dios y su plan de salvación, no hace diferencias, no hace acepción de personas. No es para algunos sí y para otros no.

A partir de Jesús, volvió a estar la posibilidad de tener comunión con Dios. Es anunciada la posibilidad de la redención para la humanidad caída en el pecado. Con Jesucristo y luego con el envío del Espíritu Santo y de los Apóstoles, se abrió una puerta muy grande, con muchas posibilidades, para que podamos ser conducidos, para que podamos entender y creer.
En un encuentro con Jesús, me encuentro con la palabra, con el Sacramento, con la comunión y con la promesa. Pero Jesús también nos ofrece algo más: estar acá, al lado de cada uno de nosotros. Esa cercanía, esa presencia de nuestro Señor Jesucristo en nuestra vida, puede ser teórica o práctica: todo depende de cómo la sintamos.

En aquella mujer, los efectos que produjo fue dar testimonio de lo que había vivido. Para sentir la presencia de Jesús primero es necesario entregarse por completo. Seguimos tomando decisiones que afectan a nuestra vida, pero es como si le entregáramos la llave de nuestra casa, el acceso al lugar donde están todas las cosas que llamamos nuestras. Y no hablando de las cosas materiales sino de las cosas espirituales.
No siempre nos gusta perder el control… pero es importante que podamos entregarnos a nuestro Señor Jesucristo. Entonces ya no depende de nosotros. Muchas veces, cuando uno está en alguna situación crítica (una enfermedad, una situación complicada) donde nuestros controles y decisiones, nuestro buen parecer lucen muy insuficientes para abordar y solucionar la situación, entonces quizás nos resulte un buen momento para entregarnos al Señor. Pero no quisiéramos hacerlo únicamente en esos instantes críticos sino en cada minuto de nuestra vida.

Cuando nos entregamos al Señor, ya no queremos pedirle de vuelta la llave que le hemos dado. Nos entregamos y aceptamos. Que no quiere decir resignarnos. Se trata de entregar nuestra voluntad, se trata de entender y de sentir que es el Señor que está por sobre todas las cosas. Y que está ahí, a nuestro lado. Porque cuando nos entregamos al Señor, sobreviene la paz. Es como decir “tranquilo, está todo bien. Está todo bien porque vencí a la muerte, está todo bien porque estoy de vuelta y está todo bien porque todavía tienen que suceder cosas”. Está todo bien porque en el amor de Dios y por la promesa, ya no habrá muerte. La batalla de la fe es vivir esa paz y sentir a Jesucristo ahora, independientemente de nuestras circunstancias.

Esto trae paz, fuerzas y esperanza. Nos devuelve además un sentido de identidad, porque pertenecemos a Jesús y a su promesa. Pertenecemos a Dios y lo sentimos a nuestro lado. Todos necesitan a Dios aunque no todos saben que es el único que puede satisfacer todas las cosas.

El encuentro con Jesús es en el alma. No es un encuentro con una persona, es el encuentro con la paz del Señor, con la certeza de su palabra, con la verdad de su sacrificio, de su redención. Cuando nos encontramos con Jesús entonces sobreviene la paz, la alegría, el entusiasmo. Nos hace bien, nos devuelve una identidad porque somos hijos de Dios. El Señor nos tiene en cuenta, “te puse nombre, mío eres tú” (Isaías 43:1). Dios nos eligió. Entonces un encuentro con Jesús no tiene efectos adversos, como algunos medicamentos. No nos hace otra cosa más que bien.

Dice luego en la Escritura que muchos creyeron en Él por la palabra de aquella mujer que dio testimonio. ¿Nosotros nos animamos? Porque tenemos amigos, conocidos que no comparten nuestra fe y les podemos dar testimonio acerca de lo que significa sentir a Jesús al lado.

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