El retorno de Cristo no es una huida, sino la consumación

Viernes 04/06/2021

¿Cómo entendemos la salvación? El Apóstol Mayor no solo abordó esta cuestión en el Servicio Divino de Pentecostés, sino también antes en la asamblea de Apóstoles de Distrito. ¿De qué se trata? La respuesta en la primera parte de la entrevista anual 2021. Fuente: nak.org.


Apóstol Mayor Schneider, en sus comentarios sobre la interpretación de la salvación en la Iglesia Nueva Apostólica usted dijo en la asamblea de Apóstoles de Distrito que, en su opinión, la asistencia regular a los Servicios Divinos es parte de la salvación. ¿Qué quiere decir exactamente con esto?

Considero que es mi responsabilidad recordar solemnemente a los creyentes nuevoapostólicos que la participación en el Servicio Divino es una parte esencial de nuestra preparación para el retorno de Jesús. Evitar deliberada y regularmente la asistencia a los Servicios Divinos, aunque podamos acudir a la iglesia, puede ser perjudicial para nuestra salvación.

¿Qué significa exactamente la salvación?

El término “salvación” abarca aspectos muy diferentes. La riqueza del vocabulario utilizado por la Biblia lo atestigua. El Antiguo y el Nuevo Testamento hablan de liberación, preservación, perdón, victoria o incluso redención. Esta complejidad también es evidente en la forma en que los cristianos, incluidos los de nuestra Iglesia, han entendido la salvación. Según la época y el lugar en que vivían, hicieron hincapié en el aspecto de la salvación que mejor se ajustaba a sus expectativas. El mismo fenómeno es evidente hoy en día: Dependiendo de su situación, nuestros hermanos y hermanas en la fe ven la salvación principalmente como una liberación del sufrimiento, como un medio para escapar de una amenaza o como una oportunidad para volver a ver a un ser querido.

¿Está eso equivocado?

No, por supuesto que no, pero son solo aspectos parciales. Necesitamos una clara visión de conjunto y no podemos perder de vista lo esencial: la voluntad y el obrar de Jesucristo, nuestro Salvador y Redentor. ¡Dios es nuestra salvación!

¿Qué significa concretamente?

Tomemos nuestra fe en el retorno de Cristo. En nuestra Iglesia hubo épocas en las que el retorno del Señor se veía principalmente como liberación y preservación:

- El Señor viene de nuevo para librarnos del sufrimiento.
- Nos salvará de la gran tribulación, ese tiempo de angustia en el que el mal alcanzará su punto máximo en esta tierra.
- Los que participarán en la Primera Resurrección no tendrán que comparecer ante Dios en el juicio final.

Para ser aceptados por Cristo en su retorno, los creyentes fueron exhortados a recibir los Sacramentos y permanecer fieles al apostolado. Este reconocimiento sigue siendo válido.

¿Pero?

Es conveniente entender el contexto general del Evangelio. De hecho, centrarse en la liberación y la preservación como únicos aspectos implica algunos riesgos:

- El creyente puede ser tentado a aislarse del mundo exterior. Entonces le resulta importante permanecer fiel solo para ser preservado del sufrimiento y escapar de la catástrofe que está prevista. El destino de los seres humanos pierde importancia para él.
- El trabajo misionero ya no está motivado exclusivamente por el amor al prójimo, sino por el deseo de escapar del sufrimiento terrenal lo antes posible: “El Señor vendrá cuando sea sellada la última alma”.
- Los Sacramentos pueden ser malinterpretados como un fin en sí mismos, como si recibirlos ya garantizara la salvación.
- La vida en la tierra se presenta de forma negativa. La tierra no es más que un lugar de sufrimiento del que hay que escapar cuanto antes.

En su lugar, ¿en qué se debería hacer énfasis?

Cuando Jesucristo hablaba de la salvación, utilizaba a menudo el concepto “vida eterna”. Con ello, el Señor prometía a las personas creyentes la comunión con Dios en su reino. Para describir esta comunión, el Nuevo Testamento utiliza la imagen de la novia y el novio, o habla del banquete de bodas. Allí, en el reino de Dios, los redimidos vivirán eternamente y en perfecta armonía con Dios. Lo adorarán y alabarán por toda la eternidad y descubrirán incesantemente nuevos aspectos de la gloria de Dios.

Esto ahora suena muy romántico: ¡una nueva vida en armonía!

Así dicen las Escrituras. Además, no hay necesidad de romanticismo, pues el Señor también ha dejado claras las condiciones que debemos cumplir para tener acceso a la vida eterna: Debemos creer en Jesucristo, renacer de agua y del Espíritu, y recibir el cuerpo y la sangre de Cristo. Estas condiciones son necesarias, pero no suficientes.

Aunque recibir los Sacramentos nos da la oportunidad de entrar en la comunión eterna con Dios, no nos garantiza el acceso definitivo. Debemos prepararnos intensamente para el retorno de Jesús. Esta preparación consiste en dejar que Dios nos santifique. Cuando dejamos al Espíritu Santo obrar en nosotros, nos purifica, nos da la fuerza para resistir el pecado y nos enseña a renunciar a lo que nos separa de Dios.

Los cristianos nuevoapostólicos no esperan el retorno del Señor únicamente para escapar de esta tierra. No ven necesariamente su existencia terrenal como un valle de lágrimas que están condenados a transitar. Lo que quieren es vivir eternamente con Dios. Su vida en la tierra es un tiempo de gracia que Dios les concede para que puedan prepararse con alegría y sufrimiento para la comunión eterna con Él. Para ellos, la Primera Resurrección no es una huida, ¡es la consumación!

¿Qué tiene que ver esto con la relación con nuestros contemporáneos?

El Nuevo Testamento deja claro que la vida divina está estrechamente vinculada con el amor al prójimo. Jesús hace tanto hincapié en el amor al prójimo como en el amor a Dios. Ora por la unidad de su comunidad, insta a los discípulos a amarse y servirse unos a otros. En Romanos 12:4-5 el Apóstol Pablo utiliza la imagen del cuerpo de Cristo, cuyos miembros están estrechamente unidos a Cristo y son solidarios entre sí.

Prepararse para vivir en comunión eterna con Dios también significa vivir en comunión con los demás. Por sí solos, los seres humanos no son capaces de vivir en armonía con los demás. Primero deben llegar a ser una nueva criatura en Cristo, llena del amor de Dios y guiada por el Espíritu Santo. ¡Hoy debemos aprender a vivir en esta comunión los unos con los otros! La preparación para la vida eterna no puede hacerse en forma solitaria. Solo tiene sentido cuando se lleva a cabo en conjunto con los que buscan la comunión eterna con Dios.

Entonces el Servicio Divino cumple un papel importante.

¡Sí! Al participar en el Servicio Divino, el creyente fortalece primero su relación personal con Dios. Hace el esfuerzo de apartarse física y espiritualmente de su vida cotidiana para encontrarse con Dios. La prédica inspirada por el Espíritu Santo afirma su fe en el pronto retorno de Jesucristo. Al orar el Padre Nuestro, expresa su deseo de estar en comunión con Dios: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad”. La Absolución lo libera de la carga de sus pecados. La participación digna en la Santa Cena fortalece su esperanza y nutre la vida divina que recibió en el renacimiento.

La participación en el Servicio Divino también prepara al creyente para vivir en la comunión de los santos en el reino de Dios. Al ir al Servicio Divino, el creyente demuestra la importancia que le asigna a su relación con Dios. Quiere estar con personas que no eligió para encontrarse con Dios. Su deseo de alabar y adorar a Dios, su necesidad de comunicarse y estar con Dios, es tan fuerte que se encuentra con personas con las que, de otro modo, nunca se habría relacionado.

Además, el encuentro con hermanos y hermanas le da la oportunidad de interesarse por los demás, de compartir sus alegrías y preocupaciones. Y como nadie es perfecto, la vida en la comunidad permite a los creyentes aprender a perdonarse, a reconciliarse y a superar sus diferencias.

Cuando el creyente viene a la comunidad, percibe que Dios habla el mismo mensaje a todos los presentes: Dios utiliza la misma palabra para fortalecer a los creyentes en situaciones muy diferentes. Esta simple observación le brinda un anticipo del poder y la eficacia del anuncio del Evangelio. Al orar juntos y en voz alta “Perdónanos nuestras deudas”, los creyentes confiesan públicamente que todos, sin excepción, están necesitados de la gracia.

Y a partir de la idea de comunión, también hay consecuencias para el festejo del Sacramento en los Servicios Divinos en línea.

Recibir la Santa Cena es una parte esencial de nuestra preparación para el retorno del Señor. El efecto salvífico del Sacramento no se deriva solo de recibir la hostia consagrada, sino del festejo de la Santa Cena en su conjunto. La Santa Cena es también explícitamente una cena de comunión: la comunión de Cristo con los creyentes, pero también la comunión de los creyentes entre sí. La Santa Cena produce estos efectos cuando el creyente recibe la hostia debidamente consagrada de manos de un Apóstol o de un portador de ministerio autorizado por él y en presencia de la comunidad.

En la institución de la Santa Cena, el Señor partió el pan y lo entregó a los Apóstoles. Les dio una copa llena de vino y les pidió que la repartieran entre ellos. Hoy es un portador de ministerio sacerdotal quien reparte la hostia apartada a los creyentes. Pero cuando celebramos juntos la Santa Cena, cada uno de nosotros puede ver que el Señor le da la bienvenida a todos los demás de la misma manera, les testifica el mismo amor y les da exactamente lo mismo que nos da a nosotros. Esta experiencia es una hermosa preparación para la cena de las bodas del Cordero.

Durante la pandemia, tuvimos que encontrar nuevas formas de hacer posible que los creyentes escucharan la prédica y recibieran la Absolución. Es innegable que los Servicios Divinos virtuales ofrecen muchos beneficios, pero no tienen el mismo impacto salvífico que un Servicio Divino con presencia personal. La experiencia de la comunión es una parte esencial de la preparación de la novia.

Asimismo, recibir una hostia consagrada en ausencia del portador de ministerio sacerdotal y de la comunidad no puede tener el mismo efecto salvífico que celebrar la Santa Cena en la comunidad

Únicamente por estas razones, invito a todos los hermanos y hermanas nuevoapostólicos a que se aferren a la asistencia personal a los Servicios Divinos cuando vuelva a ser posible. Por supuesto, soy consciente de que para muchos esto no es posible. Conozco a muchos hermanos y hermanas que, a causa de alguna enfermedad o por su edad, no pueden asistir a los Servicios Divinos en la comunidad local. Pueden estar seguros de que Dios cuida de ellos. ¡Intercedemos los unos por los otros!

Fuente: nak.org

El segundo punto importante del orden del día de la primera asamblea de Apóstoles de Distrito de este año fue el debate sobre el tema de la ordenación de mujeres. ¿Cuál es la posición de la Iglesia Nueva Apostólica en este proceso, qué decisiones ya se han tomado y cómo continuará el debate? nak.org tiene previsto publicar respuestas a estas preguntas próximamente.

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