Servicio Divino de juventud: "Comunión con Cristo"

Lunes 14/12/2020

El Servicio Divino de juventud del 12 de diciembre fue presidido por el Apóstol Herman Ernst junto al Anciano de Distrito Daniel Garín. A continuación, un resumen de la prédica.


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Servicio Divino de palabra para la juventud – sábado 12 de diciembre de 2020

Comunión con Cristo

Texto bíblico: Filipenses 3:20: “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo.”

Mensaje: Queremos alcanzar la comunión perfecta con Jesucristo.


La palabra bíblica habla de que nuestro Señor Jesucristo está preparando un lugar para nosotros. El Apóstol Mayor hace un tiempo ha expresado que ese lugar ya está preparado. Solo falta que Dios diga que llegó el momento.
Ese futuro nos traerá una nueva creación donde podremos estar para siempre junto a Dios. Es un futuro hermoso al cual aspiramos. Queremos mirar siempre hacia allí.
Para alcanzar esa “ciudad” en los cielos, hay pasos intermedios. Y es fundamental saber de dónde venimos y hacia dónde vamos. Primero saber cuál es el lugar que nos toca ocupar. En nuestro camino de fe, pertenecemos al pueblo elegido, a la Obra de redención. Y hoy Dios nos quiere enseñar que no limitemos nuestra mirada hacia las cosas materiales, no limitarnos a lo que pueden percibir nuestros ojos.
En nuestra vida cotidiana hay cosas que uno desea, cosas que uno logra o también recibe. Hay metas cumplidas o que se van cumpliendo. Pero el Señor nos invita a mirar un poquito más allá, hacia el final de este camino que tenemos por delante, un camino maravilloso.
Ya el Apóstol Pablo advertía a las primeras comunidades cristianas que el reino de Cristo, que él había anunciado, no está aquí en la tierra. Dice en Hebreos 13: 14 que “no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la que está por venir”.

Obtener la ciudadanía
Esa ciudadanía celestial, ¿cómo se logra, cómo se adquiere?
-Por el Bautismo con agua: Colocamos nuestra voluntad bajo el dominio de Cristo. Pero no obligados sino que nos entregamos a Cristo, sabiendo que esa es la verdadera libertad. Entonces renunciamos a nuestros propios condicionamientos, a nuestras limitaciones y nos animamos a tomar la decisión de ser verdaderamente libres.
-Por el Santo Sellamiento, el renacimiento de Espíritu: Así, cuando venga Cristo podremos ser arrebatados y tener un cuerpo de resurrección, al igual que Él. Podremos ser una sola cosa con Él, participar en las bodas del Cordero y junto con Cristo volver a la tierra para anunciar su Evangelio de salvación a todas las almas, de todos los tiempos.
En la nueva creación, la comunión será perfecta y estaremos con Dios para siempre.

Ciudadanos, ya hoy
Ya hoy anunciamos el sacrificio de Cristo y vivimos conforme a esa ciudadanía, mirando más allá, preparándonos para ese futuro . Vamos a la casa de Dios, oímos su palabra, participamos del perdón y de la Santa Cena.
Recordamos el voto que le dimos a Dios: “Yo renuncio al diablo y a todo su obrar y ser…”. Entonces con agrado podremos frenarnos ante algunas situaciones, decidir no experimentar algunas cosas, porque sé de dónde vengo y hacia dónde voy. El Apóstol Pablo expresaba en 1 Corintios 10: 23: “Todo me es lícito, pero no todo conviene. Todo me es lícito, pero no todo edifica”.

Amor a Dios y al prójimo
Quien tiene comunión con Cristo, sigue su ejemplo y muestra amor a Dios y al prójimo. El “ciudadano en los cielos” no busca solo su propio bien, sino también el de los demás, es solidario, comprensivo. Se pone en el lugar del otro y tiene paciencia, siempre está dispuesto a ayudar.
También hay otra parte: tenemos que negarnos a nosotros mismos, tomar nuestra cruz y seguirle. Dios nos dice que nos ocupemos primero de su reino y su justicia, porque todas las demás cosas (las que muchas veces nos ocupan y nos preocupan) van a ser dadas por Él como añadidura. Por eso, buscamos ofrendar nuestros dones en la Iglesia y para el bien del prójimo. Intentamos ver qué podemos hacer por el Señor y por su Obra. Nos involucramos.
La verdadera libertad no es probar todo, sino poder ser reyes de las decisiones que tomamos, en lugar de esclavos de algunos compromisos que vamos asumiendo.
Quedemos bajo los límites de la bendición de Dios, bajo el dominio de Cristo, pues esto nos hace verdaderamente felices.
Dios nos pide esto para darnos nada más y nada menos que una vida en la gloria eterna junto a Él, en eterna comunión de amor, en perfecta armonía. Que podamos tenerlo siempre en el centro de nuestros corazones. Ese lugar ya está preparado, ¿qué estoy esperando para estar listo?

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