“Lo más importante es tener paz en el corazón” - Entrevista a Francisca Caruso

Viernes 02/08/2013

Nuestra hermana Caruso concurre a la iglesia Sarandí (Gran Buenos Aires). La entrevistamos para conocer un poco más acerca de ella y la donación que realizó del altar para la comunidad “América”, ubicada en la provincia de Buenos Aires, ciudad vecina de General Villegas y Trenque Lauquen y cerca del límite con La Pampa.


Soy Francisca Diber Caruso, y concurro a la iglesia Sarandí. Comencé en Villa Marconi en el año 55. Yo nací en América, partido de Rivadavia, provincia de Buenos Aires. En el año 46 nos vinimos a vivir a Sarandí. A mi hermana “Beba” en el hospital Rivadavia le da testimonio una hermana. Estaba mi mamá enferma, en el año 54. Nosotros veníamos de una familia muy católica. Como buenos italianos teníamos los santos por todos lados. Pero mi hermana, que es menor que yo, empieza a concurrir. Fue a Villa Marconi, que estaba cerca de su casa. También allí se adoptó mi mamá (ella no llegó a sellarse). Mi hermana es menor que yo.
A partir de la muerte de mi mamá, hice un “clic”. Yo estaba embarazada de mi segunda hija. Mi mamá muere el 4 de junio, yo concurro el domingo 19 a la iglesia y el miércoles 22 a la hora del Oficio, nace mi hija Silvia. A partir de ahí seguí concurriendo siempre, no paramos, gracias a Dios. Nació mi tercera hija. Tengo 3 hijas, 10 nietos y 13 bisnietos. Así que es una familia bastante grande. Hermosa familia.

Seguimos concurriendo, estuvimos en los coros junto con mis hijas. Recuerdo que éramos muy solidarios con todas las hermanas. Había una hermana enferma en un hospital o en su casa, nos llamaban y nos anotábamos un montón y nos turnábamos para ir a cuidar a esa hermana. Me acuerdo mucho de esas cosas. También otro relato que me quedó grabado en el corazón es cuando en esa época estaba el Evangelista de Distrito Casia, con el Pastor Delbene. Nos llevaron al coro a una casa muy modesta, debajo de un gran árbol, dos veces fuimos a cantar allí. Al tiempo me enteré que ahí se hizo la iglesia Herman Hanni. Debajo de un árbol se hacían los Servicios Divinos.

Tengo muchos relatos, muchas cosas hermosas vividas, y no tan hermosas, porque no dejamos de tener problemas también. Murió el padre de mis hijas, estuvo enfermo, y falleció a los 46 años. Quedé viuda con mis tres hijas. Fuimos reacomodándonos en la vida. Cuatro años después yo vuelvo a rehacer mi vida, conozco a mi actual esposo que tenía dos hijos, uno de ellos falleció.
Yo pasé después a la iglesia Sarandí porque me mudé y me quedaba más cerca. En Villa Marconi habré estado 22, 23 años y después hasta la actualidad concurro a Sarandí.

“El famoso altar”
En realidad yo fui a América, mi ciudad natal, porque me invitaron por los 100 años de la escuela donde había egresado. Le dije a mi hermana y a mi cuñado si me acompañaban y fuimos. En 2010 había recibido un email de un siervo que le mandó a mi sobrino, contando que en América se estaba iniciando la Iglesia, había una comunidad nuevoapostólica. Yo no pude ir pero me guardé ese email y cuando me invitaron en el 2011 para ir a la escuela, lo primero que hice fue decirle a mi prima que quería conocer a esa familia. Ese mismo día llamé. Era la familia Martínez Montiel. Mi prima dijo: “Te llevo esta tarde sin falta a la casa de esta familia”. Fui y la hermanita estaba en el dormitorio, operada. Fue una gran alegría conocerlos. Cuando estamos saliendo entra su esposo, que es el que había iniciado la Obra en el lugar.

Él era de Villa Mitre, en Berazategui, y había ido a América a vender algo y conoció a Laura. Tienen hijitos mellizos. Entonces este hermano me dice que inició la Iglesia en la casa de ellos, con 10 ó 12 almas en el año 2010. Cuando fui yo en 2011 me mostró entonces que habían alquilado un local al lado. Me contó que los Servicios Divinos los hacían cada 15 días. Justo al día siguiente era el Servicio Divino y me invitó. Pero hete aquí que teníamos la fiesta en la escuela primero, después el desfile... allá en los pueblos se festejan mucho estas cosas. Fuimos al almuerzo, eran ya las 16 horas y el Oficio era a las 17 hs; viajaban siervos de Buenos Aires para allá, el Apóstol con otros siervos. Cuando eran las 16 hs me levanté y mi cuñada me dijo que esperara, pero lo dije: “No, me voy porque yo me comprometí a las 17 hs estar en un determinado lugar”. Fui a la casa de mi prima, me cambié. Justo que mi prima me lleva al Oficio, bajan siervos. “Uy, mirá, deben ser de Buenos Aires”, dice mi prima. “Sí, son siervos de allá, no los conozco pero es una alegría”. Era el Apóstol y un Primer Pastor, creo. Estaban en una mesita que casi se le caía la Biblia. El cáliz no sabía donde ponerlo, el florero estaba en el suelo y adoptaron ese día no se cuántas almas. Fue un día de alegría para mí, más que la fiesta de los 100 años, por haber concurrido al Servicio Divino en mi ciudad.

Y seguía preguntando qué pasaba con el altar. Empecé a preguntar acá si no sabían de un altar, algo que tuvieran en el depósito que no usaran y no podía conseguir. No sé si tengo carácter fuerte o qué, pero soy muy emprendedora. Entonces le digo a mi sobrino Mario “la verdad es que yo quiero hacerlo; si no hay, vamos a hacerlo”. “Tía”, me dice, “yo conozco un Pastor en Monte Grande, Gabriel Ríos, llamalo”. Lo llamé, amoroso, como todo siervo sí, sí; Me pasó el precio. Le dije: “yo quiero un altar de tal medida por tal”, porque por el espacio del salón tuve que hacer un cálculo. “Pero hacemelo lindo porque es para mi ciudad natal.”

El día de agradecimiento me invitaron y yo fui con mi prima. Me hicieron un pergamino y lo firmaron todos, hasta el Apóstol Passuni, el Apóstol Franco, el Apóstol Teti... lo tengo colgado en mi comedor, es una maravilla. Todos mis hermanos me regalaron esto que para mí fue una bendición, como esta bendición que hoy estoy recibiendo porque para mí esto es un honor. Eso fue un honor inmerecido, también me regalaron un reloj de la comunidad de América. Tantas cosas para agradecer a Dios. He pasado muchos problemas... Y todos los hermanos agradecidos, hermanas que me llaman, hermanos que yo sigo llamando.

Yo soy técnica radióloga; soy enfermera profesional recibida, pero siempre ejercí de técnica radióloga entonces nos íbamos con otras hermanas, estábamos en la parte asistencial de cuando había algún evento o había algo venía el Apóstol. En Costa Salguero, en juventud, en todos lados que había nos convocaban, hemos trabajado. Aun hoy sigo trabajando con el taller de costura de la Iglesia, del depósito de Sarandí. El Anciano de Distrito Zanotti me colocó como coordinadora en el taller de costura, donde vienen hermanas de Sarandí, Sarandí Este, de Dominico, todas las chicas como yo… Ahora estamos buscando más juventud porque alguna va pobrecita aflojando.
El año pasado cumplí 80 años. ¡Qué familia tengo! De todos y cada uno, tengo un bisnieto que en septiembre va a cumplir 19 años y la más chiquita de las bisnietas tiene 2 años. ¡Qué “familión” he formado! Mis nietos me dicen China.
Me gusta leer mucho y escribir. Ahora me entretengo con la computadora, pero no sé mucho. Tengo computadora porque me gusta distraerme mentalmente o leer algo. Lo que tengo en mi corazón o en mi mente lo escribo. Ahora no tengo tanto tiempo. Mi actual orgullo es el taller de costura. Siempre estuvo el amado Apóstol Teti; él estuvo a cargo al principio. Salimos en una revista de Alemania. Tuvimos ese honor, porque todo es un honor, todo es gracia de Dios. Yo digo que la gracia de Dios es tan importante. Tener fe a él y no soltarse de la mano.

Este año envié a América unos souvenirs. La verdad es que no soltarse de la mano de Dios es tan importante, que yo creo que he llegado a esta altura de mi vida gracias a Dios, tengo que reconocerlo. Sigo trabajando mucho para Dios porque creo que no hay nada más hermoso ni más importante que trabajar para Él. Gracias a Dios me mantengo como me mantengo. He pasado muchas vicisitudes, muchas luchas en la vida, pero he tratado de no soltarme de su mano porque yo sé que así voy a estar siempre bien. Creo que Dios me da más de lo que yo me merezco. A veces pienso, ¿por qué Dios me da tanto? Y yo lo acepto con amor con mi corazón, porque es una verdadera alegría el poder mantenerme de su mano y no soltarme.

En este momento tengo mucha lucha con mi esposo, que tiene un principio de Alzheimer y no es fácil; pero me levanto con mucha alegría. Pienso que hay que tener paz. Lo más importante es tener paz en el corazón. Teniendo paz conseguimos todo. Con la paz tenemos amor, con la paz tenemos fe, con la paz, tenemos paciencia, esperanza, todos los dones que nos pide el Señor. Entonces cuando uno flaquea o se le “suelta la cadena” como decimos habitualmente, me aferro más, me arrodillo a los pies de la cama y ahí es cuando mas todavía oro para que Dios me de fuerzas y yo sé que Dios más de lo que no puedo llevar no me va a dar. De eso estoy convencida. Ruego mucho por cada uno de mi familia, cuando salen, vienen, por sus trabajos, porque la vida se va tornando difícil y entonces uno tiene que orar más todavía. Yo tengo una de mis nietas que cuando tiene que dar examen me dice: “Abuela abuela, ora por mí”. Le digo: “Sí, yo oro... ¡pero vos estudiá!”
Incluso esto lo hago con mis amistades, que no son apostólicas pero trato de unirlas, de estar bien, de estar en paz. rodeadas de amor. A veces estoy en el teléfono y hago de “psicóloga”, te vuelcan los problemas porque se piensan que vos tenés la solución. “¿Cómo haces?”, me dicen. Pero es fácil, hay que estar en paz en la vida, dejar pasar las cosas, no enojarse, yo creo que la vida pasa por ahí, para mí. Será por eso que quizá me encuentre que Dios me da toda esta fuerza, porque sin Dios yo no seria nada.

Vivencias
Tengo un montón. Cuando el domingo hablé con mi sobrino Mario y le dije: “Estoy con tanto temor” [por esta entrevista], me dijo: “Tía, vos tenés que ir a disfrutar, entrar ahí y disfrutar de todo lo que te van a brindar”. Y hoy me di cuenta que sí, que vengo a disfrutar. Le dije: “Marito, pienso que de esto era más merecedora tu mamá”; para ella no es problema su ceguera, la ha asumido. Teje como los dioses. Suelo decir: “el jueves tengo un día de paz”, porque los jueves voy a su casa y hay una paz maravillosa. Tengo un hermano menor y también lo dice. Vive en una humilde casa. Tiene lugar en la casa de los hijos pero ella dice que no, que vive muy bien en su casa mientras esté sana. Ella tiene un nieto que es Diacono y es el “lazarillo” de ella; con los chicos no tiene problemas, la suben la bajan, la traen, la llevan.

Uno de los relatos: en el año 1986 yo estuve muy grave, estuve dos días en agonía. Es un relato material, pero lo llevo a lo espiritual. Y dos días estuvo toda mi familia creyendo que vendría el médico y les diría que de esa noche yo no pasaba… En un año me operaron cinco veces de los intestinos. Tuve una septicemia tremenda; nadie sale de eso y yo por gracia de Dios acá estoy. Había un anestesista que siempre me decía: “Francis, ¿vos que tenés algún contrato con el barbudo? Porque salís de cada una...” Y con el cirujano somos muy amigos ahora. Le digo: “Yo no tengo contrato con Él, es mi padre y como tal me protege” Y cuando entraba al quirófano le decía al cirujano: “Juan, cuídame; porque yo sé que Papito entró antes, pero vos cuidame”. Y entraba con esa seguridad al quirófano porque delante mío entraba antes Dios. Y salí de las cinco operaciones, una más grave que la otra.
Recuerdo que cuando yo estaba mal, me habían sacado de terapia intensiva, me decía el cirujano: “Llamá a los de traje negro, porque cuando vienen los de traje negro vos te pones bien”. Y cada vez que pasaba algo que ellos veían que no andaba bien, me decían que llame “a los de traje negro”. Venía el Pastor Salvemini recuerdo, mi esposo estaba muy acongojado, y él le decía: no se adelante a los acontecimientos, quédese tranquilo. Y dicho y hecho. Dios es el que hace todo, dejemos todo en manos de Dios.

Bajé del coro, ya no estoy más. Dejo que pase la juventud. Una vez no hace mucho, en Sarandí no sé por qué motivo, a todas las hermanas que habíamos estado en el coro nos hacían subir. Mi hija dirigía en ese momento. Nos hicieron ir al coro a todas las hermanas “veteranas” y tuvimos que cantar. Fue una experiencia muy linda. En limpieza estuve, en los arreglos florales estuve. Traté de estar por los lados que Dios me pedía; una vez fui a cebar mate cuando estaban pintando, uno está en lo que puede. Y ahora estoy con el taller de costura.
En el Hospital Fiorito estuve 29 años; era jefa técnica. Jamás dije “ah, yo soy la jefa”. Siempre traté de educar con el ejemplo. Venían pacientes y si no se levantaban ninguno de los técnicos, me levantaba yo; entonces atrás venían todos. Ese es el jefe: no es mandar, sino saber; y con el ejemplo, enseñar. Y es lo que hago en la Iglesia. Si me colocaron como coordinadora en el taller, soy eso, no jefa. Podría ser cualquiera de nosotras.

Yo siempre cuando me arrodillo a los pies de la cama y le pido a Dios, le pido desde el Apóstol Mayor hasta el mas pequeño. El más pequeño soy yo. Todas las almas tenemos problemas. A veces oro por gente que no es apostólica. No sé si mañana puede ser un hermano mío y tengo que orar por él. Tengo que orar por esa alma. Esa es mi vida. Lo que te puedo contar. Mis hijas son maravillosas y mis sobrinos Mario y Pablo como hijos míos, porque a veces cuidaba a los cinco. No era fácil estar con mis tres hijas y los dos de ella, era una barra. El mes que viene son 58 años de apostólica. A Dios le agradezco todo, por lo que me da y por lo que no me da. He pasado por muchas angustias, muchas penas, muchas cosas, pero no me da más de lo que puedo llevar.
Me compre una netbook, pero juego mucho y me mantengo activa. No me gusta escribir en el Facebook quizá alguna vez para un cumpleaños, pero para no quedar mal con ninguno. Me gusta leer, y busco páginas para leer. Me mandan fotos de América. Chatear sí sé. ¡Es lo único que aprendí bien! Yo tengo mucha memoria escrita.

En el año 1994 viajé a Cabo Verde, justamente con el yerno de Adalberto Rodrigues, de Dock Sud. Como ellos están en una asociación amigos de las islas de Cabo Verde, llevamos el primer contingente de turistas que eran caboverdianos, generalmente. Fuimos un grupo por una semana pero nosotros nos quedamos dos semanas. La primera semana atendimos al contingente después nos volvimos de la Isla de Sal, que era donde estaba el aeropuerto y teníamos que ir a Praia, la isla principal de Santiago. Y en Praia fui a la iglesia. Después yendo al aeropuerto (porque de isla a isla se iba en avión) veo a un hermano de piel morena leyendo una revista apostólica. Me acerqué, me presenté y después en la Isla de Sal fui a la iglesia, me hicieron subir al altar, hablé desde el altar. En Praia fui a Achada Mato; muy humilde y allá a los Diáconos le dicen “sacerdotes”. Una humildad, una belleza. El Evangelista Barrio me hizo hablar pero a un costado. Los siervos estuvieron en el hotel donde parábamos, siempre acompañándonos, con una humildad maravillosa. Esa fue una experiencia muy linda también. Porque ahí le di testimonio a esta familia que creo que están yendo a Sarandí ahora. Una experiencia bellísima. Conocí otra cultura de los hermanos, pero yo desde el altar dije que la piel, blanca, negra, amarilla, no nos definía, nos definía el amor a Dios. ¡Que teníamos un Padre!

Siempre traté de ser la más pequeña de todas, que Dios me tenga ahí, que me tenga en cuenta. Yo sé que me tiene, que me ama. Trato de ser fiel a lo que Él me enseña, lo que me enseñan desde el altar los siervos. Y sé que tengo muchos pecados por eso todos los miércoles y domingos tenemos que tomar la Santa Cena y que Dios nos perdone, deseando que el Señor venga lo mas pronto que pueda. Y si no nos vemos acá, nos veremos allá.
Lo único que puedo decir es: ¡Amén!

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