Martes 01/07/2025
Dios ha dado a la humanidad un lugar especial en su creación. Dios les habla a los seres humanos. No les habla a las montañas, ni a los árboles, ni a las cabras. La única criatura a la que le habla para hacerle saber su voluntad es el ser humano.
Dios lo ha hecho en todos los tiempos. Les habló directamente a los primeros seres humanos. Más tarde, le habló también muy directamente a Abraham. No habló directamente al pueblo de Israel. Eso habría asustado al pueblo. Por eso le hablaba a Moisés cuando quería comunicar algo y Moisés se lo contaba a los israelitas. Más tarde, Dios habló a través de los profetas.
Luego vino Jesucristo. Dios se hizo hombre. Jesús le habló directamente a la gente. Cuando Jesús volvió a su Padre, envió al Espíritu Santo y a sus Apóstoles. A ellos les prometió: “El que a vosotros recibe, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió” (Mateo 10:40).
Hoy Dios utiliza diferentes medios para llegar a nosotros. Dios puede hablarnos cuando leemos la Biblia y a través del Espíritu Santo, que nos habla en nuestros pensamientos. Pero sobre todo a través de los Apóstoles. En la prédica, Dios nos revela lo que debemos hacer para alcanzar la salvación. Por eso es importante que escuchemos la palabra predicada por los mensajeros de Dios. Ellos son y siguen siendo personas pecadoras, pero Dios los santifica para que puedan predicar el Evangelio. La prédica puede ser imperfecta, pero si creemos en Jesucristo, escuchamos a sus mensajeros y estamos decididos a hacer lo que nos dice, despierta en nosotros paz, alegría y esperanza. Fortalece nuestra fe, amplía nuestros conocimientos, alimenta nuestro amor y, por último, pero no por ello menos importante, nos prepara para el retorno de Cristo.
De un Servicio Divino del Apóstol Mayor