Primer Servicio Divino del año

Lunes 04/01/2021

El Servicio Divino de Año Nuevo fue presidido el domingo 3 de enero por el Apóstol de Distrito Enrique Minio, acompañado en el servir por el Primer Pastor Diego Roma. Aquí, un resumen de la prédica.


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Servicio Divino de palabra – 3 de enero de 2021

Cristo, nuestro futuro

Texto bíblico:
Parte de Hebreos 12:1-2: “Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe.”

Lectura de la Biblia: Isaías 9: 6-7; Gálatas 4:4-7

Mensaje: Nuestro futuro está en Cristo.

“Amada comunidad, mis amadas hermanas y hermanos en el Señor, con alegría de poder compartir este primer Servicio Divino del nuevo año, deseo que nuestras almas puedan sentirse muy, pero muy cordialmente bienvenidas bajo el altar del Señor y reciban el corazón y los saludos de nuestro Apóstol Mayor para todos ustedes”. Con este sentir el Apóstol de Distrito Minio daba comienzo a la hora, para luego desarrollar la palabra del día.
Cuando miramos sobre lo que hemos vivido en el año que pasó, un año muy especial, y hacia todo lo que está por delante, se pueden levantar muchas preguntas e incertidumbre ante aquello que ha de venir. Pensamos: ¿Cómo será el nuevo año? Pero Dios nos ha dado el hermoso regalo de nuestra fe y entonces queremos mirar hacia aquello que nos ha prometido: “El Señor viene pronto”. También este año queremos esperarlo, en cada día de nuestra vida y volver a afirmar en el corazón la meta de nuestra fe.
En este sentir, el Apóstol Mayor nos regala para este año un nuevo lema: “Cristo, nuestro futuro”. Un lema que nos invita a mirar hacia Cristo en cada momento.
El texto de Hebreos comienza diciendo: “Corramos con paciencia la carrera…”. Una carrera es un desafío, algo para lo cual uno tiene que prepararse y que merece perseverancia, cumplir con ciertas reglas. Y entre las definiciones de la palabra paciencia, está la de transitar una circunstancia o sufrimiento sin alterarse. Dios nos pide que podamos transitar todo lo que está por delante sin alterarnos.
Podemos lograrlo con esta palabra: Cristo, nuestro futuro. Significa que Cristo es nuestra elección para el futuro. Miramos hacia Cristo, volvemos a decidirnos por Él, porque es nuestra garantía para el futuro.

Para correr esta carrera y alcanzar la meta tenemos que prepararnos. En cada Servicio Divino recibimos la palabra de Dios, pero no se trata solo de oírla. Es todo un proceso. Debemos preparar nuestro corazón, santificarnos para poder comprender a Dios. Luego, aceptarla y, lo fundamental, poder obrar la palabra del Evangelio en nuestra vida.

En Cristo encontramos la motivación para seguir adelante. Motivación quiere decir que hay un motivo para la acción. Cristo es nuestro modelo y nuestro motivo es ir cambiando poco a poco para alcanzar su imagen.

En este regalo de la fe, en el don del Espíritu Santo, el don del poder, del amor y del dominio propio, es donde tenemos toda la energía necesaria para transitar esta carrera. Con nuestra fe buscamos la ayuda, la bendición que Dios quiere darnos cotidianamente.

Tenemos ejemplos en la Sagrada Escritura de que la fe puede ayudar muchísimo. Cuando Pedro caminó sobre las aguas, lo hizo con una fe inconmovible hacia Cristo. Pero luego vino la circunstancia y tuvo temor. No obstante, no confió en su propio brazo, en sus habilidades. Pidió ayuda al Señor. Cuando su fe decayó, fue hacia el Señor.
Nosotros también, cuando tenemos que vencer las circunstancias, queremos arrodillarnos de corazón e ir hacia el Señor. Y si nos falta la fe, decirle: “Señor, ayuda mi incredulidad”. Buscamos en Cristo esta garantía del futuro, sabiendo que vamos a obtener de Él la ayuda, todo lo necesario para seguir avanzando en el camino.

Es muy factible que haya situaciones que quieran desanimarnos. A veces tenemos altibajos. Pero allí queremos volver a tomarnos del Señor y buscar en Él las fuerzas. De eso se trata mirar hacia Cristo. No perdamos tiempo en la autocompasión ante todo lo que estemos viviendo. Miremos hacia Cristo, como dice el texto de hoy, “puestos los ojos en Jesús”. Él está sentado a la diestra del Padre, pero también está cerca nuestro. De allí podemos tomar las fuerzas y todo lo necesario. Queremos buscarlo cotidianamente.

Por otra parte, queremos levantar la cabeza y mirar también hacia todo lo que nos rodea. Ver donde podamos ser una ayuda, porque tenemos esta misión de llevar a todos el Evangelio de Cristo.

Entonces nuestra elección cada día vuelve a ser Cristo. Queremos mirar hacia Él, decidirnos una y otra vez por Él. En las situaciones, en cada decisión que nos toque tomar, si miramos hacia Él como el ejemplo, preguntándonos cómo pensaría, cómo hablaría, cómo actuaría Cristo, entonces en cada pensamiento, cada palabra, cada acción estará la mejor decisión.

Lo mismo pasa cuando tenemos un conflicto con el prójimo o incluso en la comunidad. Miramos hacia Cristo, ¿cómo lo resolvería? Tomando a Cristo como nuestro modelo, es mucho más fácil resolver las diferencias. Los hijos de Dios tenemos la misma meta, buscamos lo mismo.
Y con quienes no comparten nuestra fe, procedemos con el mismo sentir de amor que Cristo tuvo hacia todos los que lo rodeaban. Porque Dios desea que todos sean salvos. Queremos respetar a cada ser humano, no hacer acepción de personas, llevar con nuestra vida el Evangelio a todos.

Entonces: queremos correr esta carrera con paciencia, sabiendo que tenemos que llevarla en paz, sin importar lo que venga, no alterándonos; prepararnos cotidianamente, con los ojos puestos en Cristo, que es el autor y consumador de la fe, que es nuestro futuro, nuestra elección y garantía para el futuro. Una y otra vez volvemos a confiar en Él. No importa lo que venga, con nosotros está el Señor. En esta palabra caminaremos: “Cristo, nuestro futuro”.

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