Dios enjuga nuestras lágrimas

Martes 24/11/2020

La prédica se refirió al llorar, ¡pero en ella no se derramaron lágrimas! Por el contrario: quien llora, recibe consuelo. Esto expresaba el Apóstol Mayor en el Servicio Divino celebrado en Estrasburgo (Francia) el 15 de noviembre de 2020.


Ese domingo, el máximo dirigente de la Iglesia internacional en realidad habría querido estar en Buenos Aires (Argentina), pero la situación actual por el coronavirus no lo permitía. Entonces, el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider se dirigió a las comunidades de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay en forma virtual. “Era mi deseo tener comunión con ustedes, vivir este Servicio Divino con ustedes y compartir la bendición y la palabra de Dios con ustedes”, fueron sus palabras de saludo.

Llorar
De Juan 20:13 provienen dos interesantes frases: “Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto”. Se refieren al acontecimiento de Pascua, cuando María Magdalena se encuentra con el Jesucristo resucitado. Ella había sido una fiel seguidora del Hijo de Dios, “por amor al Señor”, como expresó el Apóstol Mayor. Por eso, aun después de su muerte, quiso hacer algo por Él y ocuparse del cuerpo. Pero el sepulcro estaba vacío. “¡Qué desesperada se habrá sentido cuando no encontró a su Señor! En su lugar, creyó encontrarse con el hortelano”. De a poco se fue dando cuenta de quién era el que estaba hablando con ella.

Las "Marías Magdalena" de hoy
También hoy hay muchas de estas “Marías”, confirmó el Apóstol Mayor. “Por agradecimiento y amor siguen fielmente al Señor. Lo sirven con entrega, traen ofrendas y también son fieles cuando llegan las tribulaciones o las tentaciones”. Esto también es válido para los hermanos y las hermanas de Sudamérica: a pesar de todas las tribulaciones, a pesar de las enfermedades, a pesar de las grandes dificultades económicas, a pesar de la violencia y la criminalidad siguen siendo fieles al Señor. “Quiero decirlo muy claramente: Lo veo con gran admiración y con gran respeto”.

Lágrimas en la tribulación
Ciertamente, alguna vez surge la pregunta: “¿Dónde está el Señor ahora? ¿Se ha desmayado, ya no puede ayudarme? Mis fuerzas han llegado a su fin”, expresó el Apóstol Mayor. Pero entonces precisamente viene el Señor y nos pregunta: “¿Por qué lloras?”. Con ello no nos reprocha que seamos débiles. Esta pregunta no es un reproche, sino una señal de que Dios se ocupa de nosotros. “Jesús nos quiere mostrar con esta pregunta: Me interesa cómo te va, quiero participar de tu sufrimiento”. Al mismo tiempo es una invitación: “¡Cuéntame lo que tienes en el corazón, ábreme tu corazón! No abandones la conversación conmigo”.

Lágrimas de arrepentimiento
“¿Por qué lloras?”. También Pedro lloró en su momento. Cuando Jesús fue arrestado, Pedro lo negó tres veces. El gallo cantó y Jesús miró a Pedro, informa la Escritura. Entonces su discípulo lloró amargamente. Pero eso no cambió en nada su amor al Señor, acotó el Director de la Iglesia en su prédica. “Somos personas débiles, caemos en la tentación y el pecado. Entonces lloramos. También allí el Señor Jesús nos hace la pregunta: ¿Por qué lloras?”. El verdadero arrepentimiento viene del amor al Señor. “Y el Resucitado nos dice: Estoy aquí para ti, te defiendo. He muerto por ti. Te perdono”.

Lágrimas de duelo
Hay otras razones para llorar, por ejemplo, cuando uno está de duelo. Y también ese dolor Jesucristo puede entenderlo muy bien, dijo el Apóstol Mayor: “Piensen en la escena en la tumba de Lázaro. En el versículo más corto de la Biblia, dice: “Jesús lloró”. Quien haya experimentado ese sufrimiento sabe que la tristeza no se va tan rápido. “Puedes venir al Señor Jesús una y otra vez y llorar todo lo que quieras. Él te entiende. Él nos consuela: la muerte no puede separarnos para siempre. Habrá un reencuentro”.

Lágrimas por el prójimo
Hay otro llanto que Jesús puede entender muy bien. “Cuando lloramos por aquellos que ya no asisten al Servicio Divino”. Él lloró por Jerusalén, porque no vinieron cuando los quiso reunir. “Su consuelo también se aplica aquí: “No voy a renunciar a ellos, quiero salvarlos. Soy el Buen Pastor, el que busca a la oveja perdida”. Este consuelo quiero ofrecerlo a muchos hermanos y hermanas, a muchos padres. Sigue amando a los tuyos, ora por ellos y confía en el Señor. Él no los abandonará ni los dejará”.

Fuente: nac.today

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