"Nos regocijamos..." - Resumen del Servicio Divino

Lunes 26/10/2020

El Servicio Divino de palabra del domingo 25 de octubre fue presidido por el Apóstol Jorge Franco acompañado en el servir por el Anciano de Distrito Gustavo Santoro.


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Servicio Divino de palabra – domingo 25 de octubre de 2020

Tema:
Preparación para el Servicio Divino en ayuda para los difuntos

Redención para todos los seres humanos

Texto bíblico:
Lucas 10: 20: “Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.”

Mensaje: Nos regocijamos de la salvación en Cristo.

“Otra vez tenemos la oportunidad de estar con nuestro Padre”, expresaba el Apóstol Franco al comienzo de la hora. “Venimos a su encuentro, a su presencia, en su palabra. Y produce un cambio en nuestro interior a partir de su enseñanza y orientación”.
Este es un Servicio Divino de preparación para el próximo Servicio Divino en ayuda para los difuntos. Un hecho muy trascendente para nuestra fe.
Creemos que el alma no termina su existencia con la muerte del cuerpo. Y sabemos que con nuestras oraciones podemos colaborar con aquellos que están en el más allá. Deseamos entonces prepararnos y vivir con todo el corazón el próximo encuentro.

Un encargo y una enseñanza
En este pasaje del Evangelio de Lucas, Jesús envía a 70 discípulos para transmitir el mensaje del reino de Dios a ciudades a las que Él luego quería ir. Entonces, en ese envío, en su encargo, les da indicaciones precisas acerca de todo lo que iban a encontrar y cómo obrar en cada caso.
Cuando regresan, se sienten muy felices y conmovidos. Habían experimentado todo lo que Jesús les había anticipado e incluso habían hecho la experiencia de algunos milagros. Allí viene el texto de hoy, con la respuesta de Jesús ante ese gozo de sus discípulos:
“Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.”
Jesús, como siempre, enseñaba y ponía el eje sobre lo más importante. Él sabía que más adelante los discípulos serían también rechazados, que no siempre les iba a ir igual de bien. Entonces aquí les enseña que, más allá de esa primera alegría, lo más importante era regocijarse por la elección divina.

¡Nos regocijamos!
La elección de Dios, el llamado a ser sus hijos, es un misterio divino. No fue por mérito propio sino por gracia que podemos ser colaboradores de Cristo. También es nuestro encargo dar testimonio del Evangelio, brindar el mensaje de la salvación y del reino de Dios. Y esto es válido de igual modo para las almas que ya no están sobre la tierra, en el más allá. Porque la voluntad de Dios es que todos los seres humanos tengan acceso a la salvación.
La palabra regocijo significa una alegría intensa, muy especial. Es algo más profundo que las alegrías que podemos tener en nuestra vida cotidiana. Cuando reflexionamos sobre la elección de Dios, cuando reflexionamos en el sacrificio de Cristo y sobre las obras que Dios hace en nosotros, ¿nos regocijamos? Pensemos qué pasa por nuestro corazón cuando recorremos todas las obras de Dios en nuestra vida, las experiencias. ¿Son solo recuerdos? ¿O el alma comienza a vibrar, con una sensación que nos hace bien? Que esto sea el motor para orar y que nuestra oración tenga todo el peso de aquello que verdaderamente creemos y vivimos.
Cuando podemos reconocerlo, todo esto luego se manifiesta en nuestras propias obras, como hijos de Dios.
Nos regocijamos también por ese futuro que anhelamos. Jesús dijo: “Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:3). En esa esperanza se basa nuestra alegría.
Esto no quiere decir que no suframos, ni que seamos indiferentes ante el sufrimiento del otro. Cristo también se conmueve con nuestros dolores y nos acompaña. Nos puede alcanzar consuelo porque nos comprende. Lo que nos regocija es el ofrecimiento de gracia para todos los seres humanos, una alegría profunda del alma. ¡Nos regocijamos de la salvación en Cristo!

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