"La oración conjunta" - Resumen del Servicio Divino

Lunes 24/08/2020

El Servicio Divino de palabra del domingo 23 de agosto fue presidido por el Apóstol Claudio González y colaboró en el servir el Obispo Leonardo Berardo. Aquí encontraremos un resumen de la prédica como también extractos en audio y video.


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Servicio Divino de palabra – domingo 23 de agosto de 2020

Tema:
Valores angulares del Evangelio: la oración

Título: La oración conjunta

Texto bíblico:
Hechos 1:13-14: “Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo. Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos.”

Mensaje: La oración conjunta es un componente esencial en la vida de la comunidad.

Este texto que hemos leído forma parte del libro de los Hechos, un nexo perfecto entre los Evangelios y las Epístolas porque allí descubrimos los hechos del Espíritu Santo en toda su magnitud.
En este pasaje, los discípulos ya habían visto al Cristo resucitado y esto les había dado mucho coraje en la fe. Luego Jesús había ascendido y eso terminaba de confirmar que iba al Padre. Ellos reciben una indicación, un envío: “Les mandó que no se fueran de Jerusalén”.
Cuando el Señor nos da un envío, nos da el lugar en donde nos quiere encontrar. Allí iba a ser derramado el Espíritu Santo y debían permanecer juntos, en comunión, orando. ¿Dónde nos quiere encontrar el Señor? Este Servicio Divino nos ayuda a entender esto.
La oración es un componente esencial de la vida de la comunidad y también nos indica dónde estar. Porque en la oración me vinculo con Dios, ordeno mi corazón y mis pensamientos. Y me debe llevar también a ese lugar en donde Jesús quiere encontrarme para bendecirme. ¿Dónde va a estar, sino al lado del necesitado? Tenemos que ser sus herramientas para brindar esta ayuda.
En ese momento, los discípulos esperaban el cumplimiento de la promesa, que era el derramamiento del don del Espíritu Santo. También nosotros esperamos el cumplimiento de una promesa, que es el retorno de Cristo y para esto nos preparamos. Unánimes, orando, participando de la Santa Cena (aunque por un instante ahora no podamos hacerlo).
Es necesario que oremos por los dones en la comunidad, por los siervos, procurando trabajar en el sentimiento de ayudar a nuestro hermano, nuestra hermana. Oramos también individualmente para prepararnos para el Servicio Divino. Los discípulos oraban en un aposento alto. Esto quiere decir que nos santificamos, nos “alejamos del ruido”, buscamos la quietud y la paz para ordenar nuestros pensamientos y concentrarnos en la palabra, el perdón y la comunión, que es lo importante y esencial.
En el Servicio Divino, a través del Espíritu, Dios nos dice quiénes somos y qué necesitamos cambiar o mejorar. Allí, en la comunidad, compartimos diversas oraciones:
-Oración de inicio: nos presentamos ante Dios, en el mismo altar, unánimes.
-El Padre Nuestro: una oración simple, pero profunda.
-Oración final: recibimos la bendición trinitaria, guardamos y atesoramos todo lo recibido.
Debe ser una necesidad buscar y encontrar a Dios en la oración. Es hermoso cuando la comunidad ora por el retorno del Señor, cuando en conjunto se glorifica el nombre de Dios y se intercede por alguien.
Nos tenemos que preparar para orar a Dios. La oración tiene que llevar fe. Cuando le ruego a Dios, tengo que esperar su respuesta sabiendo que es un Padre bueno y solo da cosas buenas. Entonces, voy a esperar con fe y a respetar su voluntad. Queremos en la oración encontrarnos siempre con Dios, que nos acompañe el Espíritu Santo en nuestro camino, saber entender su mensaje y sus respuestas en la palabra.
Y cuando intercedemos por alguien, es un acto de amor para nosotros. Oramos conmovidos por el que sufre, estando a su lado. Oramos por los muertos en Cristo y por los que sobrellevan el dolor de la separación. La oración nos lleva a encontrarnos con Dios y es también un motor que nos tiene que llevar a hacer buenas obras, intercediendo por otros, como un acto de amor. Una oración viva, que nos lleve a una madurez espiritual y a esperar cada día el retorno de Cristo, que es el lugar donde nos quiere encontrar el Señor.

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