"Obrar conforme al Evangelio": Resumen del Servicio Divino

Lunes 10/08/2020

El Servicio Divino de palabra del domingo 9 de agosto fue oficiado por el Apóstol Guillermo Canessa, acompañado en el servir por el Obispo Oscar Fernández. Compartimos un resumen de la prédica, extractos en audio y video.


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Servicio Divino de palabra – domingo 9 de agosto de 2020

Tema:
Valores angulares del Evangelio: la comunión

Título: Obrar conforme al Evangelio

Texto bíblico:
Mateo 25:40: “Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”.

Mensaje: Somos responsables los unos por los otros y nos brindamos ayuda mutua.

“Es una alegría compartir una vez más un encuentro con nuestro Señor en el altar”, expresaba el Apóstol en sus primeras palabras. Luego se refirió a que llegamos a este encuentro con distintas situaciones de la vida; tenemos cargas y preocupaciones, puede haber angustias, tristezas. No todo es fácil. Pero cada vez que estamos ante el altar, Dios nos regala una palabra. A través del Espíritu coloca la sabiduría y somos fortalecidos. La fe traspone todas las fronteras de la vida y entonces podemos sentir la presencia de nuestro Padre. Sentimos que nos oye, nos conoce y está a nuestro lado.
Yendo al desarrollo de la palabra del día, este pasaje bíblico está enmarcado en el llamado “Juicio a las naciones”. A veces -decía el Apóstol- podríamos preguntarnos para qué hacer todo correctamente, si pareciera que todo da igual… Nos estamos preparando para vivir eternamente junto a Dios. Entonces hoy veremos que no todo da igual.
Cuando Cristo venga a buscar a su pueblo, y luego en el juicio final, no será lo mismo haber obrado la voluntad de Dios que haberla desestimado. Obrar su voluntad trae mucha sabiduría espiritual para el alma.
En Mateo 25: 34 dice: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”. De esto se trata la meta de nuestra fe: de heredar el reino de los cielos, benditos por Dios. Luego Jesús dijo: “Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí”. Ante la pregunta de cuándo hacemos todo esto, Jesús entonces responde con el texto de hoy: “…en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”.
Vivimos sobre la tierra distintas situaciones y circunstancias. Pero Dios nos regaló la posibilidad de servirle, llevando el Evangelio. Esto es primero para nosotros, haciéndolo trabajar en nuestro interior para comprenderlo cada vez más. Y luego para nuestro prójimo.
Algunos pueden estar:
-Hambrientos, sedientos o desnudos: Nos toca vivir circunstancias. A veces nos sentimos apesadumbrados por pensamientos, por lo que nos rodea, por la vida cotidiana, por necesidades. Incluso nos preguntamos por qué nos toca vivir eso. El hambre, la sed y la desnudez pueden ser necesidades materiales, pero también espirituales. A veces necesitamos una palabra que nos alimente y calme la sed de nuestra alma. Que nos haga bien.
Dios puede estar en nuestro corazón a toda hora y en todo lugar, si se lo permitimos. También nosotros podemos alcanzar una palabra, confortarnos unos a otros, “vestirnos”, cubrir nuestras carencias espirituales con las riquezas que Dios nos dio. En la comunión podemos ayudarnos los unos a los otros. “Hacer bien a todos”, decía el Apóstol Pablo. ¡Qué hermoso que podamos llegar a ese reconocimiento!
-Forasteros: Algunos se sienten distintos, que no se les da lugar o cabida. Cristo vino por todos. El amor de Dios es tan grande que nos incluye a cada uno. Si así ama Dios, ¿quién soy yo para hacer una distinción? Queremos llevar su palabra a todos.
-Encarcelados: A veces somos prisioneros de nuestros propios pensamientos. Queremos obrar la voluntad de Dios, creyendo en Cristo, llevando el Evangelio y el amor del Señor, ayudando a otros, recibiendo el perdón de Dios y también perdonando. Recordemos las palabras de Jesús: “No saben lo que hacen”. No siempre es fácil reconocer esto. Pero tampoco sabemos siempre lo que le tocó vivir a los demás. No quedemos presos de nuestros pensamientos.
Vivamos la comunión como pueblo de Dios. Somos todos distintos, pero queremos reflexionar en la palabra de 1 Juan 4:20: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?”. Entonces mirémonos interiormente. El amor de Dios tiene que estar en nuestro corazón. Cristo fue contundente al dar los mandamientos de amar a Dios y al prójimo como a uno mismo (comparar con Marcos 12: 30-31). Es tan importante uno como el otro. Esto es una lucha cotidiana, porque el prójimo está a nuestro alrededor. Y no se trata de decirlo solamente sino de vivirlo, de obrarlo.
El mensaje de hoy tiene que quedar grabado en el corazón del pueblo de Dios. No podemos quedar aislados de las circunstancias de la vida. Pero Dios permita que podamos obrar en esta "sintonía” espiritual lo que Cristo nos pide, acompañándonos en el camino: en lo material con lo que esté a nuestro alcance y en lo espiritual compartiendo lo que recibimos desde el altar. Si nos sentimos identificados con la enseñanza de Cristo, somos responsables y nos brindamos ayuda mutua. Para entonces alcanzar ese futuro que tenemos por delante y para el cual nos preparamos. Es en este sentido que podemos ahora confirmar: ¡no todo da igual!

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