Resumen del Servicio Divino

Lunes 27/07/2020

El Servicio Divino de palabra del domingo 26 de julio fue oficiado por el Apóstol Claudio González. Colaboró en el servir el Obispo Mario Morales. Aquí compartimos un resumen de la prédica, además de extractos en audio y video.


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Servicio Divino de palabra – domingo 26 de julio de 2020

Tema:
Los Diez Mandamientos: No hurtarás

Título: No tomemos nada que no nos pertenezca

Texto bíblico: Éxodo 20:15: “No hurtarás.”

Mensaje: Respetemos la propiedad de nuestro prójimo

Como algunos Servicios Divinos que hemos tenido durante el mes de julio, este se encuadra en los mandamientos divinos. En la Biblia, Éxodo es un libro con dos características esenciales: primero, relata la salida del pueblo de Israel de Egipto y segundo, contiene la ley que les fue dada. Una ley para que el pueblo sirviera y confiara en Dios, para una perfecta relación con Él y entre las personas.

Esta palabra de hoy es el séptimo mandamiento y habla de no hurtar. Hurtar es quitarle a otro parte de su propiedad. Pero no solo se refiere a lo material. También su honor, su credibilidad, la propiedad intelectual. También en nuestro comportamiento en las redes sociales prestemos atención. Podemos quitarle a alguien su integridad, su credibilidad, ya sea con lo que expresamos como con lo que aprobamos en palabras de otro. Hurtar es, además, es evadir impuestos, cometer fraude. Vemos entonces que esta palabra tiene un sentido amplio.

Su base está en el egoísmo de la persona, que solo se mira a sí misma, en la envidia y el deseo de querer tener lo mismo que otro a cualquier precio. Por otra parte, es consecuencia del desagradecimiento, pues cuando no valoramos todo lo que tenemos surgen también la ambición y la avaricia. El hurto, en definitiva, es una consecuencia de la falta de amor a Dios. Como sucede con todos los mandamientos, al no cumplirlo nos alejamos de Dios.

Porque el real cumplimiento de la ley es el amor a Dios. En el capítulo 22 del Evangelio de Mateo, Cristo dice: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente (…) Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (versículos 37 al 39). Cuando cumplimos perfectamente bien estos mandamientos, no pensamos en dañar a otro, ni a su propiedad.

Asimismo, en el Sermón del Monte Cristo habla de las bienaventuranzas. Allí da la “regla de oro”: hacer lo que nos gusta que hagan con nosotros (en Mateo 7: 12: “...todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos”).

La ley que nos dio Dios es para que esté en el centro de nuestro corazón. Por tanto, lo que debemos observar es cómo estamos en ese amor a Dios.

En el amor hay una elección. Así como dos personas se eligen, también el Señor nos eligió como su pueblo y herederos de su gloria. Nos llamó para ser benditos. Qué hermoso será que yo también lo elija a Dios en cada decisión, que elija servirle y quedar de su mano. Quisiéramos orar para tener una relación profunda con Él.

Luego, en el amor hay protección. Así lo hizo Dios con el pueblo al salir de Egipto. Y Jesús nos dio la clave de esto: “El que me ama, mi palabra guardará” (Juan 14:23). Guardamos los mandamientos por amor a Dios.

Cuando uno ama, también de vez en cuando brinda y recibe algún regalo. Los mandamientos son un regalo de Dios a la humanidad para que viva y sienta de manera perfecta. ¿Y qué le puedo ofrecer yo a Dios? Mi corazón, donde se asientan los sentimientos que nos pueden alejar o acercar a Dios.

Al amar, también nos conocemos. Dios nos conoce profundamente, nada pasa desapercibido a su mirada y a su gracia. ¿Nosotros conocemos a Dios? En los Servicios Divinos tenemos la posibilidad de conocerlo. Recordamos la historia de Zaqueo, un publicano rico que quería ver a Jesús y lo recibió gozoso en su casa. ¿Cómo lo recibimos en cada Servicio Divino y cuando entra en nuestro corazón? Si lo recibimos gozosos, puede producir un cambio, como ocurrió con Zaqueo. Antes era un hombre materialmente rico, pero cuando Jesús se fue, era rico en Dios.

En la medida en que profundicemos en el amor a Dios, seremos bendecidos y seremos mucho más ricos. Seamos ricos en Dios. Hagamos tesoros en el cielo. Busquemos primero el reino de Dios y su justicia. Busquemos la salvación eterna.

Que cuando Dios entre en nuestro corazón, podamos cambiar. Lo que no agrada a Dios, lo tengo que dejar de hacer. Queremos ser un testimonio vivo de Dios. Es nuestra relación con Dios lo que siempre queremos revisar y hoy es el momento.

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