Viernes Santo: Jesús muere con el hombre

Viernes 10/04/2020

El Servicio Divino de Viernes Santo del 10 de abril de 2020 fue presidido por el Apóstol Herman Ernst y transmitido por Internet para los países de habla hispana que componen el área: Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay. A continuación, un extracto de su servir.


Acompañaron al Apóstol Ernst los Ancianos de Distrito Mario Falero y Daniel Garín.
La prédica se basó en el texto de Juan 10:17-18, teniendo como eje los sucesos de la crucifixión y el sacrificio de Cristo, como así también su obrar ante todo lo vivido.

En su servir el Apóstol Ernst retomaba los sucesos del Domingo de Ramos, expresando que ese clamor “¡Hosanna!” con que habían recibido a Jesús en Jerusalén ahora se había transformado en “¡crucifíquenle!”.
Observamos ante esto el obrar de Jesús.
Primero se le ofreció incienso y mirra, como para aplacar el padecimiento. Pero Él lo rechazó, porque estaba dispuesto a pasar lo que Dios le propusiera sin atenuantes.
Jesús fue hombre en la tierra. Como tal, sentía el dolor como lo sentimos nosotros. Fue por eso que en otro momento, exclamó a Dios: “¿Por qué me has desamparado?”. Experimentaba esa lejanía que tiene el hombre con Dios, la distancia que los separa. Sin embargo, en el capítulo 23 de Lucas se menciona que luego pudo decir: “En tus manos encomiendo mi espíritu. Y expiró”. Cristo era una sola cosa con el Padre. Siempre buscó la comunión indivisible. Por un instante experimentó esa distancia y se sintió desamparado. Pero luego se encomendó a Dios.
No nos acostumbremos a esa distancia ni nos sintamos desamparados. Cristo prometió estar con nosotros hasta el fin del mundo: bajo todas las circunstancias, en las manos de nuestro Padre nos entregamos en espíritu. Todo lo que pasa aquí en la tierra tiene un efecto que tiene que llegar a la eternidad. Que cada instancia sea de crecimiento y maduración espiritual, no solo algo anecdótico, sino que nos enriquezca en espíritu.
Entonces, cuando parecía que el mal había vencido, Cristo dice “consumado es”. Podría a primera vista interpretarse como un “ya está, todo terminó”. No obstante, quería decir que estaba cumplida la misión para la cual Dios lo había enviado. Ese día, comenzaba a ser derrotada la muerte.
La tarea estaba cumplida. Fue una decisión tomada en libertad. “Nadie me la quita”, dice Jesús en este texto que leímos hoy. Nosotros también tenemos el mandamiento de obrar de acuerdo al don que Dios nos ha dado. Intentemos cumplir su voluntad, así como hacía Jesús, “al pie de la letra”. Cristo no era un super hombre, vivió en la tierra como nosotros. Tenía temor al sufrimiento. Pero por sobre todas las cosas, tenía confianza en el Padre.
Y Cristo, el Hijo de Dios, ha sido solidario con el hombre hasta la muerte. No solamente que nos ama, sino que también busca ser una sola cosa con el Padre. Así debemos hacer nosotros. Hay situaciones y circunstancias a las que estamos expuestos. Pero Él está a nuestro lado, dándonos el consuelo y todo lo necesario. Aunque no todo salga como quisiéramos. Hay momentos en que el alma se siente agobiada y parece que nos ahogamos en el propio dolor. El señor nos conoce. Vale la pena pasar esos sufrimientos procurando que nada nos aparte de Dios. En estas pruebas de acreditación nos vamos enriqueciendo espiritualmente.
Queremos ser cada día un poco más semejantes a Cristo. Esto no se logra ocupándonos de nuestra alma solo miércoles y domingos. Somos llamados a ser diferentes en cada tarea que hagamos, a vencer el mal con el bien. La clave es no rendirnos, no decir “basta, no puedo más”. Que podamos dedicarnos a ser una sola cosa con nuestro Padre y buscar vincularnos en esa estrecha comunión. Cuando nos ocupamos de la vida eterna en nuestra alma y la buscamos a toda costa, más allá de los temores o de las dudas, entonces pasa a ser más importante la comunión con el Señor que las situaciones que tenemos que pasar.
A veces somos tentados a pecar para obtener un beneficio o para pasar una necesidad, pero ningún pecado vale la pena. Hagamos tesoros en el cielo, que podamos vencernos a nosotros mismos y tomar nuestra cruz cada día, como Cristo. Fuimos llamados a cumplir un servicio, a confesar su nombre. No tengamos temor, seamos valientes bajo todas las circunstancias. Y si las cosas no son como nosotros queremos, que no nos importe. Miremos hacia lo alto y pensemos: el Señor, al mirar mi alma, ¿podrá complacerse? Por supuesto que nos ocupamos de nuestras responsabilidades y de lo que debemos atender. Pero mantenemos nuestra alma apartada, es decir, santificada, en las cosas de Dios, sintiéndonos en comunión con Él.
Que así podamos afrontar esos “viernes santos” que nos tocan en la vida, mirando siempre hacia el final.
Cristo tenía la plena certeza de que estaba todo en las manos de Dios. Nos ha dado también a nosotros la potestad de alcanzar la vida eterna. Que la podamos tomar y aprovechar.

Colaboraron en el servir los Ancianos de Distrito Daniel Garín, Mario Falero y Julio Andres Rolando.

Para quien lo desee, puede descargar este resumen haciendo clic aquí.

Para resumen en video click aquí.

GALERÍA