Entrevista: Evangelista de Distrito (e.d.) Mariano Cuello

Lunes 25/10/2010

En esta oportunidad, fue entrevistado otro de los tantos y queridos portadores de ministerio que hoy se encuentran en estado de merecido descanso, después de muchos años de actividad en la Obra de Dios. En este caso, se trata del Evangelista de Distrito Mariano Cuello (84 años).


¿Conoció la Obra de niño? ¿Puede brindar detalles de aquella comunidad a la que concurría?
Conocí la Obra junto a mi madre, a los 11 años, por intermedio de un amigo de la familia. Yo iba a la escuela primaria.
Antes mi madre concurría a otras congregaciones hasta que llegó este amigo y nos invitó, y a ella le gustó. Los siervos venían de visita a mi hogar a dar testimonio. Comenzamos a concurrir a la comunidad Villa Urquiza, un galpón al que denominaban ”la casa de los cactus”, con un camino de entrada y otros caminos que se bifurcaban.
Nos adoptamos, nos sellamos, todo en Villa Urquiza. Un día le digo a mi madre: ¡Me gustaría ser Subdiácono! Yo tenía 12 o 13 años… Ella en su amor se lo comentó al Pastor y éste le respondió que espere, que era muy jovencito, primero tenía que comenzar como hermano oficiante. Y así pasaron los años, empecé a colaborar como hermano oficiante, era el más joven de todos los siervos.

Un día miércoles, llegaba tarde a la iglesia. Venía de trabajar de una empresa en Barrancas de Belgrano. Estaba el Apóstol y había Santo Sellamiento. Se comenzó a nombrar hermanos para recibir ministerios. ¡Y me nombran a mí! Yo tenía puesto un sobretodo que me habían regalado (esa era una época difícil). Recibí el ministerio en sobretodo porque hacía mucho frío. El Pastor Maddalena nos presentó a mí y a otro hermano. Unas palabras que me quedaron grabadas en el corazón fueron: “Aquel que pone las manos en el arado no tiene que mirar para atrás”.
Luego recibí el ministerio de Subdiácono; estuve trabajando un tiempo en Villa Urquiza, luego me pasaron a Villa Modelo. Teníamos Oficio los miércoles y domingos por la tarde. En Villa Modelo había mucho trabajo. Eran unas pocas almas, 30 ó 40, pero luego esa comunidad creció. Llegaron a ser 100, era un local y tuvimos que habilitar el patio, colocar lonas para cubrirnos del frío, utilizábamos un hall como sacristía. Éramos tres hermanos oficiantes y un Pastor de nacionalidad italiana.

Se inauguró la iglesia en la calle Pedro Morán, una comunidad hermosa por la concurrencia. Luego me dejaron a cargo como Pastor dirigente. Allí estuve muchos años. Un Prelado descubrió mi “antigüedad” y me pasaron a Villa Pueyrredón. Luego me enviaron otra vez a Villa Urquiza como Pastor dirigente y presentaron otros Pastores, muy buenos colaboradores. Mi lugar de origen... estuve ahí un tiempito. Y me colocaron como Primer Pastor; una tarea ardua. Luego recibí el ministerio de Evangelista. Allí el Apóstol de Distrito Martón me dijo: “Te entrego un distrito”.

¿Cómo transcurrió su infancia? ¿Algún recuerdo destacado de esa época?
Mi infancia se puede decir que fue muy sufrida, por las situaciones hogareñas que se plantearon. Pero gracias a Dios se pudo seguir avanzando, ir a la escuela, ir a trabajar. Un momento en el que no se guardó rencor. Recuerdo claramente que en la escuela me elegían para decir “versos” en las fiestas patrias y cantaba en el coro. Hay cosas que se fueron “amasando” y Dios nos permitió vivir en estos momentos.

¿Cuándo y dónde conoció a su esposa ? ¿Ella era nuevoapostólica?
La conocí en la iglesia Villa Urquiza, ella concurría con sus padres… Me ha tenido mucha paciencia. ¡Cumplimos bodas de hierro!
Después de trabajar para la Obra, ahora estoy tratando de hacer las cosas que no hice antes. Hay que compensar lo que no se pudo hacer. Ella fue dirigente de coro, una fiel colaboradora. En el viaje, camino a inauguraciones de otras comunidades de la zona sur, uno aprovechaba para tener charlas y conversar. Se llama Eugenia Sánchez.

¿De qué manera expresó sus primeras ofrendas?
Veía ofrendar a los siervos pero yo no podía. Entonces un siervo me dijo que trabajara mucho invitando almas, dando testimonio… hasta que un día pude ofrendar como yo deseaba. ¡Me costaba juntar monedita por monedita! Conseguí mi primer trabajo por intermedio de mi Pastor. Una conocida de él me ofreció empleo en una empresa textil, los dueños sabían que yo era siervo. Y depositaron siempre toda su confianza en mí. Sabían que no me iba a quedar con billetes en mis bolsillos. Es algo que uno había aprendido. Y allí mismo fue donde me jubilé.

¿Hijos? ¿Nietos? ¿Bisnietos?
Dos hijas: Susana Alicia y Noemí Isabel. Concurren a las iglesias Suárez y Belgrano.
Noemí tiene 2 hijas, una está en el coro escuela, la otra canta en el coro de juventud y se está por recibir en sus estudios. Otro nieto varón más grande vive cerca de casa pero no concurre a la iglesia. Otra nieta, Yanina, que por cuestiones de estudio no puede concurrir. También tengo tres bisnietos, y una anécdota: una vez, a la hora de comer, con el apuro del día nos olvidábamos de unir las manos para agradecer a Dios y el pequeñito, como un gran ejemplo, dijo: “¿y la oración?”

¿Cuál es su comida preferida?
Ninguna en particular. Me gusta hacer asado, preparar un lindo fuego, despacito, poner un pedacito de carne, choricitos, unas mollejitas... Me gustan los fideos, pero no tengo debilidad por algo en especial. Lo que no me gusta es repetir la comida; si como carne al mediodía, no me gusta comer lo mismo a la noche.

¿Le gusta algún tipo de música o baile en particular?
Me gusta la música clásica, me encanta… Y el folklore. En casa somos todos “musiqueros”; hay piano, armonio, teclado. Me gustaba armar “coros”. En la iglesia central de Buenos Aires, nosotros los “jubilados”, hemos cantado en el coro de los hermanos en descanso. Disfrutamos tanto… fue una alegría inmensa, regresamos a casa como si estuviéramos volando. ¡Superó todas las alegrías! Con el Pastor Carlos Dasso que escribió muchos himnos hemos vivido hermosos encuentros. En esa época ya estábamos adelantados, avanzados…Empezamos a dar clases de música. Él enseñaba. Aunque conoció la Obra siendo adulto, era una época de trabajar para el amado Dios sin horario, sin mirar los tiempos. Y hermanos que tenían esos dones tan especiales, se entregaban a Dios.

Después de pasar a descanso, ¿cómo ocupó el tiempo que ahora quedaba más libre? ¿Qué pasatiempos tiene?
Al principio uno se resigna y no se resigna. Necesitamos “mano de obra”, herramientas. Se ora por ellas. Este período cuesta, no vamos a decir que no… ¡cuesta! Pero uno se va amoldando a las circunstancias. Hay que aceptarlo, uno ya tiene 84 años. A veces acompaño y ayudo a los hermanos para que las herramientas puedan cumplir con su trabajo. Al entrar en descanso, hace 18 años, seguí trabajando para la empresa textil; viajaba mucho. Eso me ayudó a llenar el espacio que había quedado, me entretenía. Después dejé de trabajar, me cansé de andar en auto y en casa me ocupo de hacer los mandados, hago trámites y me anoto para cuando me invitan los siervos a hacer alguna visita. De esa manera ocupo mi tiempo, y por sobre todo descanso. A veces miro fotos antiguas. En casa hago lo que puedo hacer, porque uno se va desgastando, hace lo que puede el cuerpo. Disfruto en familia, o de una fiesta, que antes no se podía, porque la cabeza y el corazón del siervo estaban siempre pensando en la comunidad.

Ha pasado por los ministerios de Subdiácono, Pastor dirigente, Primer Pastor y Evangelista de Distrito. ¿Qué es lo que más le gustó de cada uno de ellos?
Más a gusto es cuando el responsable es otro (risas). Pero esto no significa que no se asumía la responsabilidad y el respeto al envío que a uno le han dado. Por sobre todas las cosas, el cuidar y el respeto por el envío que Dios ha dado a través del encargo del Apóstol.
Para mí todos los ministerios fueron, digamos, deparadores de inmensa alegría. El ser Diácono, Pastor…¡uhhh! ¡Pastor dirigente! ¡Era tan importante para los hermanos la visita de un Pastor dirigente en el hogar! Se decía: pongamos una “alfombra roja”, que viene el Pastor dirigente. Era una fiesta. Antes era así la cosa; así cambian también hoy en día. Pero en todo uno trata de dejar una siembra que con el tiempo se pone de manifiesto. Yo no me puedo quejar de mis hermanos, ellos se acuerdan de uno. Esto da mucha alegría, los momentos vividos y cosas que hemos llevado adelante. Siempre con alegría; el ministerio no tiene que ser una carga. Dios brinda las fuerzas para llevar ese encargo.

¿Qué piensa cuando hace una mirada retrospectiva a su período de actividad ministerial?
Activó en distintas comunidades: Villa Modelo, Villa Urquiza, Villa Pueyrredón; colaboró en Gualeguay y Gualeguaychú. ¿Puede describirlas brevemente? Por ejemplo, ¿de qué manera se cubrían las distancias para atenderlas?
Para ir a Gualeguay tomábamos el ferrocarril, hasta el río. Un viaje de 14 horas; ahora en 3 horas se llega. Ahí hemos vivido inmensas alegrías. 14 horas de ida y 14 de vuelta. Al día siguiente había que ir a trabajar. Relacionado con una vivencia nos quedó un refrán de un pequeño hermano: “Despedirse, no es irse”. Fue una vez que el Apóstol Martón había ido con nosotros. A la ida todo bien, comimos en el comedor, etc, etc. A la vuelta vimos que no conseguíamos boleto para regresar (¡por eso aquella frase!). ¡Y teníamos al Apóstol ahí! Hasta que nos pudimos ubicar en el vagón de encomiendas: había jaulas con gallinas, equipajes, íbamos parados o recostados. De repente el Apóstol se saca el abrigo, hace un bollo y lo transforma en una almohada. Se acuesta en el suelo y se pone el sombrero en la cara… Nosotros, los otros siervos, no sabíamos qué hacer, ¡con una cara de circunstancia! Pero él se puso a dormir nomás. Es una de las anécdotas de los viajes.

¿Tuvo en su actividad ministerial la posibilidad de trabajar junto a los jóvenes? ¿Qué destacaría de esa etapa de la vida?
Mmm…no. Yo iba a las reuniones de juventud pero mayormente ese trabajo lo hacían los Pastores de juventud. Tengo un hermoso recuerdo de la ultima reunión de juventud, donde me regalaron una canastita con un sobre y una notita de cada uno de los miembros. Todavía lo tengo en casa. La juventud es hermosa, tenemos que cuidarla, darle los medios para que crezca. Los siervos me cuidaron y me cuidaron bien, para que yo pudiera concretar ser siervo. Me dieron una escuela. Admiro tanta sabiduría para guiar en la Obra.

Las noticias de la situación social actual, ¿de qué forma le afectan?
Si lo enfocamos bíblicamente, nos dijeron que van a venir tiempos difíciles. Y sí, los tiempos están. El tiempo éste hace que se acredite, que se ore más, que se bajen los brazos o se siga adelante. Seguramente hubo almas que vivieron esto antes. Yo leo el diario porque me gusta estar informado, no me gusta encerrarme.

¿Qué piensa de las nuevas actividades que se han llevado a cabo en la INA en los últimos años? (por ej., el coro escuela, coro de juventud, jornadas para la mujer, etc.)
Hace poco un Pastor me hizo la misma pregunta. Lo que dice el Apóstol está todo muy bien. Todo lo que se pone en marcha, necesita ajuste, pero es todo para bien. La Obra es de Dios, nuestro Padre ilumina al Apóstol para la prosperidad. No soy quien para estar desconforme. ¡Y se avanza! Estoy contento, mi modesto encargo que Dios me ha dado no me da derecho para estar desconforme. (N. de la R.: en este sentir, el Evangelista de Distrito expresó una vez: “Ahora no soy menos porque nunca me sentí más...”)

¿Su mayor debilidad?
No sé… ¡Perfecto no soy, eh! Todos los domingos y miércoles despedía a las almas después del Oficio. Un día una hermanita me dice: “¡querido Pastor, usted sí que es perfecto!” – “Mire, hermanita, le respondí, la invito a que me vea un día entero ¡y ya no va a decir más esto!” Uno es humano, tiene sus faltas. Sólo mi esposa es la que conoce mis errores. Lógicamente, la imagen de siervo tiene que superar muchas cosas. Debilidades tengo. Quizás soy demasiado frontal. A veces me agarraba la cabeza por eso.

¿Su virtud o fortaleza?
¿Fortaleza? Gracias a Dios y lo que yo aprendí es que siempre he tenido ese espíritu de ánimo, de predisposición. Un siervo una vez me dijo, en una época difícil, un momento del país delicado: “Usted nos empuja, nos alienta, y vive lo mismo que nosotros”. “Es mi misión”, respondí. Yo no me podía dar el lujo de sentirme desmoralizado, Dios me enseñó que uno tiene que agregar fuerza al alma, fuerzas para salir adelante. El que está activando nos da la palabra para que tengamos valor. El día domingo se llega descansado a la iglesia, pero el miércoles… Uno se pelea con el jefe, con los hijos, con la señora. El miércoles “hay que poner toda la carne en el asador”. De manera tal que las almas se vayan contentas después de un encuentro con Dios.

Se dice de usted que es un hombre de un inmenso corazón. ¿A raíz de qué cree que surge este atributo?
Y será, como dice la Escritura: “...y te daré un corazón nuevo”. Yo nací con este corazón, aunque ya está un poco desgastado, no es el de antes (risas). No obstante hay cosas que a uno lo gratifican. Cuando uno ve que las cosas cambian y se modifican para prosperidad, el corazón se alegra, uno se siente alegre.

¿Alguna experiencia de fe que desee compartir?
Un siervo un día me cuenta en la sacristía, llorando, que su hijo había nacido, pero que estaba mal. No sabía qué era lo que iba a pasar. Hicimos la oración juntos, comenzamos a rogar. La cuestión es que luego pudimos bautizar a la criatura...

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