Entrevista al Pastor e.d. José Laurito

Viernes 09/04/2010

El Pastor José Laurito (87 años), actualmente en descanso, conoció la Obra después de ser invitado a ser el padrino de bodas de una sobrina. La madre fue la primera apostólica que luego sumó a toda la familia. Entonces un sábado fue testigo de bodas y el domingo fue al Oficio. Nunca más dejó de ir...


“Trabajar unidos y amándonos de corazón”
¿En qué año nació?
18 de febrero de 1923.

¿Dónde?
En Lanús Oeste.

¿En qué comunidades activó?
Yo me inicié en Gerli N° 1, la de habla alemana. Después Santa Fe N° 1; allí recibí los ministerios, y en Santa Fe N° 2. Luego de un tiempo volví a Santa Fe N° 1, donde entré en descanso.

¿Qué ministerios recibió?
Subdiácono en 1956, Diácono en 1958 y Pastor desde 1960.

¿Cómo fueron sus primeros pasos en la Obra?
Yo me hice apostólico por mis hermanos. Empezaron ellos primero. De 13 hermanos, 11 fuimos sellados. Nosotros fuimos una familia de amor. Nos amábamos, nos queríamos. Hermoso.
El 24 de mayo de 2009 se cumplieron 80 años de casado con mi mujer, quien partió a la eternidad unos meses después, en septiembre de 2009. Ella fue una gran ayuda y una compañera espectacular. Aunque no alcanza esa palabra. Una mujer que me acompañaba en todo. El Apóstol Bianchi, cuando me dio el pase a descanso, se acercó a ella también a saludarla especialmente.

¿Qué recuerda del comienzo de la comunidad Santa Fe N° 2?
La primera reunión la hicimos en casa, utilizando el comedor: trajeron algunos bancos de Santa Fe N°1 y se usó una máquina de coser, con un mantel, para el altar. En ese primer Oficio hubo 43 participantes. Esta comunidad se formó porque a muchos no les quedaba cerca Santa Fe N°1, y en aquel entonces no había medios: los horarios del tranvía no siempre coincidían para llegar a tiempo, no teníamos luz, las calles eran de tierra... Después de esa primera reunión encontramos un local. El Apóstol Martón nos había dicho que buscáramos uno para alquilar. Conseguimos uno donde antes funcionaba una carnicería. No era del todo adecuado, pero fue provisorio y se usó para algunas reuniones. Después la Iglesia compró un terreno largo, grande, y ahí se construyó una capillita. Vinieron hermanos de otras comunidades a ayudar: uno era albañil, otro carpintero, cada uno con lo que sabía hacer. Las hermanas siempre preparaban la comida, algunas tortas, lo que podían. Y se pudo construir una linda iglesia. Estuvo 5 o 6 años, creo. En ese entonces yo era Diácono y me habían dado el pase, junto a otros siervos, para activar todos allí en Santa Fe N° 2. Luego se pasó a la actual iglesia, tan hermosa también, a unas cinco cuadras de la anterior. Pero aquel primer edificio todavía está.

¿Qué nos puede contar acerca del tiempo de su activar como siervo?
Siempre trabajé con alegría y con amor a la Obra. Pero lógicamente no todo fue fácil, teníamos que arreglarnos con las cosas que había, porque era así... Era maravilloso como trabajaban los hermanos en aquellos tiempos, como ahora también, por supuesto. Se construían las iglesias, se hacían trabajos duros, muchos terminaban de trabajar en la iglesia a las 12, dormían un rato y a las horas se levantaban para ir a sus propios trabajos. Así se construyó la iglesia Boca, por ejemplo.
Para ir a visitar a las almas muchas veces había que transitar por calles llenas de barro, y no había los medios de transporte que hay hoy. Pero se dejaba todo por las almas. Era común por ejemplo que uno antes de tomar un trabajo nuevo lo consultara con el Pastor. Primero lo de Dios, después lo demás. Yo siempre lo vi así. Porque si no, no se cumpliría la palabra que dijo Jesús: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia”. Primeramente. El Apóstol un día vino y dijo: “Hermanos, acá no dice en segundo lugar, tercero o cuarto; acá dice ‘primeramente’”. Ahora, ¿yo busco primeramente el reino de Dios y su justicia?

También es importante el diálogo. Conversar. No discutir. Para dialogar con alguien lo tengo que escuchar. No tengo que hablar yo siempre. Intercambiar ideas, qué hacemos, cómo hacemos. En la familia y también en la Obra de Dios es así. Y tenemos que trabajar, edificar; ¿para qué le vamos a dar importancia a cosas que no tienen importancia? Trabajemos unidos, ¡colaboremos! Y amémonos de corazón, no de palabra.

A veces tenemos que dejar cosas. Yo tuve que dejar por ejemplo un trabajo, porque lo hablé con los siervos y me iba a perjudicar en la Obra. Yo lo veía así. Dios me va a cubrir, me va a ayudar después. El tema es la confianza.

Nos gustaría conocer una experiencia que le haya tocado vivir como siervo. ¿Recuerda alguna en especial?
Varias...Era un domingo, y yo tenía en mi corazón el deseo de encontrarme con el Apóstol Martón. Los siervos me dijeron que estaba en Brasil. No obstante, seguía teniendo ese deseo: de encontrarme con él, saludarlo. Llego a la iglesia de Caseros, me siento, y de repente aparece en la puerta el Apóstol Martón. “¡Querido Apóstol, qué alegría, me dijeron que se había ido!”, “-No, me voy mañana”-me dice. Y: “¿Cómo estás? ¡Me alegro de verte! ¿Cómo está la salud?”. Yo le preguntaba algo y él me preguntaba a mí.

En el activar hemos pasado varias cosas. Un día nos caímos al agua. Porque eran lugares difíciles. Otro día salimos con el Pastor y vino una banda de perros. Nos asustamos un poco; “quedate tranquilo”, dijo el Pastor. En una de esas se acerca un perro muy grande, más grande que el resto y entonces todos los demás se fueron corriendo (risas).

...Luego una vez teníamos que hacer un acto de sepelio, de un hermano y el Pastor me pide que lo acompañe. Llegamos al cementerio y el hombre de la cochería dice: bueno, acá él es Pastor, va a decir unas palabras. Y estaban todos los del cementerio preparados, con las palas, y demás, y dicen algo así como “que sean dos palabras, que estamos apurados”. “Ustedes no se hagan problema –les respondió el Pastor-: si son dos, serán dos, y si son cuatro, serán cuatro. Cualquier cosa al hermano le damos sepultura nosotros”. Y entonces se quedaron sin decir nada.

¿Cuándo entró en descanso?
En 1984. Fui colocado en descanso, recibiendo una carta del entonces Apóstol de Distrito Pablo Bianchi.

¿Alguna reflexión final que quisiera compartir?
Yo hablaba con los hermanos y en muchas oportunidades decíamos que el amado Apóstol cuando nos da el ministerio no lo hace para que nosotros después estemos fijándonos por qué esto y por qué aquello, sino para ser ayudadores de las almas, y en primer lugar teniendo en cuenta que no son nuestras. Las almas son del Señor. Si se equivocan, y bueno, vamos a ayudarlas. Pero no nos equivoquemos nosotros más. Y siempre decíamos con los hermanos oficiantes: no salgamos nunca a trabajar si no nos encontramos bien. Bien no físicamente sino en el sentido espiritual. Si yo con el siervo con el que voy a salir de testimonio no estoy muy bien, mejor que no salga. Primeramente dejo la carga, como decía Jesús, y después entonces puedo salir y ayudar. Y voy a ayudar seguramente a las almas, porque mi corazón ya está limpio. No puedo trabajar con un corazón “sucio”; no puedo ir enojado, no puedo ir en disensión con el siervo que me acompaña. De ninguna manera. Entonces sí llevaremos bendición.
Así tenemos que trabajar. En unión, en amor, que las almas realmente nos vean y queden con fuerzas, con alegría, que perseveren en la casa de Dios, pero primero tenemos que perseverar nosotros como siervos y que las comunidades no queden detenidas.
Busquemos, colaboremos, demos una palabra. Muchas veces una palabra puede hacer mucho. Cuánto bien puede hacer en el alma. No siempre reproches. ¿Qué aprendemos en la casa de Dios? ¿Para qué voy? ¿Qué estoy haciendo? El Apóstol Pablo dijo: que no se ponga el sol sobre nuestro enojo. Y para eso, hay que darle lugar a la palabra de Dios.
Por último, recuerdo también una palabra del Apóstol de Distrito Bianchi: “Si sabemos que con el perdón tenemos el camino allanado, ¿por qué vamos a tomar otro camino?”.

GALERÍA