¡Ricos en Cristo!

Miércoles 02/01/2019

Para el primer Servicio Divino del año, el Apóstol de Distrito Enrique Minio, acompañado por los Apóstoles y Obispos de Argentina, ofició en la iglesia Lanús 2, en el sur del Gran Buenos Aires (Argentina).


Ya desde muy temprano, un clima festivo envolvía a la comunidad de Lanús 2, sita en la ciudad del mismo nombre. Cada portador de ministerio, hermano, hermana, cada invitado, se acercaba expectante para escuchar la palabra especial para el nuevo año que comenzaba.
En el marco del primer Servicio Divino de 2019, se pudo contar aquí con la presencia del Apóstol de Distrito Enrique Minio, acompañado por los Apóstoles y Obispos de Argentina. También participaron dirigentes de distrito y de comunidad. Entre los 361 concurrentes se encontraban, además, portadores de ministerio en descanso con esposas y viudas de siervos.
El Apóstol basó su prédica en el texto bíblico de 1 Corintios 1:5-7: “Porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia; así como el testimonio acerca de Cristo ha sido confirmado en vosotros, de tal manera que nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo”.
El Apóstol de Distrito compartió los saludos del Apóstol Mayor Schneider y asimismo del Apóstol Ernst, quien junto al Obispo Méndez, se encontraban en Uruguay.

Enriquecidos en Cristo
La palabra especial que el Apóstol Mayor regaló para este año 2019 es: “Ricos en Cristo”. El Apóstol de Distrito mencionó que si bien que la misma no podría resumirse en un único Servicio Divino, sí podrá ir desarrollándose durante el año.
Dios es rico, omnipotente, todo lo puede, nada es imposible para Él. Es un Dios lleno de sabiduría, es un Dios que está lleno de amor, de benignidad, de bondad, de mansedumbre, de paz, de gracia. En su amor, ofrece a todos un camino de salvación. Envió a su Hijo, quien murió por nosotros. Comprendiéndonos de tal forma, decidió compartir su riqueza con nosotros, con cada uno.

Dos preguntas
Cómo podemos enriquecernos en Cristo y qué hacemos con esa riqueza, fueron las preguntas centrales para el desarrollo de la prédica.
Para volvernos ricos en Cristo, la primera condición es la fe en Cristo, poder creer que Él es el camino. Luego, presentarnos con un corazón humilde y:
- Obedecer su palabra y luchar por obrar su voluntad, aunque a veces pueda ir en contra de nuestro razonamiento.
- Colocar los dones que Dios nos regaló a su servicio. Cada uno tiene un don; el gran desafío es conocer el don de nuestro hermano y hermana.
- Ofrecer nuestras ofrendas como expresión de nuestro agradecimiento y de nuestra confianza. Valoramos y agradecemos todo lo que Dios nos dio.
- Renunciar a todo aquello que nos aparte de Dios.
- Aceptar la palabra de los servidores que Él nos envía.

Amar a Dios es una riqueza, pero no se puede amar a aquello que no se conoce. Entonces, la pregunta que tenemos que hacernos es cuánto conozco a Dios. Cuánto más conozco a Dios, más rico voy a ser. Otro punto para medir la riqueza es cuánto me siento amado por Dios. Cuando no nos sintamos amados por Dios, hablemos con Él, una y otra vez.
Cuando alguien es rico, para defender sus riquezas, tiene un buen abogado porque sabe que puede ser atacado en diferentes ámbitos. Nuestro Mediador es Cristo. Somos ricos: tenemos a Cristo como abogado defensor frente a aquello que lleva a alejarnos de Dios: el pecado. Y somos ricos porque si buscamos a Cristo tenemos asegurado el perdón. Cuando Jesucristo justifica, el alma goza de paz, que es otra riqueza. La paz puede estar en nuestro corazón cuando tenemos comunión y somos reconciliados con Dios. Posiblemente, luego nos toque reconciliarnos con el contexto, pero primero tenemos que estar en paz para con Dios.
Soy rico cuando puedo apoyarme en mi hermano, en mi hermana. Es el desafío que tenemos como hijos de Dios, de poder llegar todos y que el galardón sea para todos. Porque tenemos una tarea: fuimos llamados para compartir la riqueza en Cristo, en nuestras obras, actividades, palabras. Por un lado, ayudar a aquel que necesita y por otro, anunciar el Evangelio. Al compartir, las riquezas se multiplican.

Colaboraron en el servir los Apóstoles Franco, González y Zanotti. Luego el Apóstol de Distrito invitó a participar del Sacramento de la Santa Cena, también para los difuntos, en un solemne instante.
Al finalizar el Servicio Divino, los Apóstoles y Obispos saludaron a todos los presentes, mientras el coro entonaba himnos. También los niños se acercaron para regalar un himno: “Yo soy chiquito y amo a Dios”, alegrando a todos. Mientras tanto, algunos hermanos de la comunidad repartían en la salida suvenires realizados especialmente para ese día.

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