Iglesia Carapachay: riqueza divina

El miércoles 8 de marzo de 2017 el Apóstol Norberto Bianchi visitó la iglesia Carapachay (Buenos Aires). También participaron el Obispo Fernando Altare y los Evangelistas de Distrito Antonio Martín y Luciano Frisardi. Acompañaron esta hora 130 fieles.

Para el Servicio Divino el Apóstol basó su servir en el texto bíblico de Lucas 12:21: “Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios”. En el desarrollo de la palabra, entre otros valiosos conceptos, mencionó que la felicidad no es tener todo lo que uno quiere sino agradecer por lo que uno tiene. Asimismo, la parábola del rico insensato nos muestra la equivocada posición de corazón de este hombre, que creía que con los bienes materiales se satisface el alma. Como hijos de Dios queremos acrecentar las riquezas espirituales que nos son brindadas en cada encuentro en el altar:
-la riqueza del amor de Dios,
-la riqueza de la gracia de Jesucristo,
-la riqueza de la palabra y conocimiento del Espíritu Santo.
Luego recordó el juego tradicional de “la búsqueda del tesoro”, donde a través de pistas se encuentra el tesoro escondido. Expresó que también nosotros encontramos “pistas” para estos tesoros espirituales. Por ejemplo,
-en 2 Corintios 4: 7: "Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros”;
-en Isaías 33: 6: “El temor de Jehová será su tesoro”;
-en Mateo 12: 35: " El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas”;
-y en Proverbios 10: 22: “La bendición de Jehová es la que enriquece, y no añade tristeza con ella”.
Al encontrar este tesoro, podremos sentir la alegría de ser los seres más dichosos, porque contamos con el amor de Dios, la gracia de nuestro Señor Jesucristo y la comunión con el Espíritu Santo.
Luego colaboraron en el servir el Obispo Fernando Altare y los Evangelistas de Distrito Antonio Martín y Luciano Frisardi.
Además de los siervos mencionados, estuvieron presentes los Primeros Pastores Eduardo Ventre y Daniel Guastadisegno.
Pudo vivirse una hora de gran comunión y gozo que se extendió también luego del Servicio Divino, cuando el Apóstol saludó a cada uno personalmente.