“Carta Pan” - Febrero de 2017

Miércoles 01/02/2017

Extraído de un Servicio Divino realizado por el Apóstol Guillermo Canessa


Texto bíblico:
“Porque dice: en tiempo aceptable te he oído, y en día de salvación te he socorrido. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación.” (2 Corintios 6: 2)

Aquí el Apóstol Pablo, en esta carta que escribe para los corintios y que hoy podemos tomar para nosotros, hace un llamado de atención. Leyendo solo este versículo no nos da una conciencia real de las cosas. En el versículo anterior, el número 1 de este capítulo, dice:
“Así, pues, nosotros, como colaboradores suyos, os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios.”
Se refiere en primer término a los Apóstoles de ese tiempo, como colaboradores de Cristo. Es un llamado de atención para el pueblo de Dios en general. ¿Qué puede significar recibir en vano la gracia de Dios? Este es un tiempo de gracia. Muchos de nosotros tenemos varios años dentro de la Iglesia y aún tenemos mucho que crecer, mucho que aprender, que madurar; tomar decisiones, ser obedientes, ser humildes, crecer en el amor, en la fe, en la esperanza. Hay mucho por hacer todavía. Dejar a un lado a veces nuestros propios enojos, nuestra manera de pensar, para que Cristo vaya ocupando en nuestra alma un lugar especial y nuestra alma se pueda desarrollar. Nos ayuda a veces también en la vida material para tener una conducta determinada, pero no es lo importante. Lo importante es lo que Dios va colocando en nuestro interior.
Por eso el Apóstol dice: para que “no recibáis en vano la gracia de Dios”. Y luego:
“…en tiempo aceptable te he oído...”
Muchas veces hemos elevado nuestro ruego a Dios. Muchas veces. Y Dios nos dice: Yo te escucho. Cada vez que elevas una oración, te escucho. El Apóstol Allende (ya en descanso) decía: A veces hacemos oraciones que no pasan del techo. Uno se acostumbra. De pequeños nos enseñaron a hacer la oración cuando uno se levantaba, cuando se almorzaba, al irse a dormir. Entonces era la repetición de la oración. Luego cuando uno empezó a vivir situaciones difíciles, ahí la oración era distinta. La necesidad era distinta. Clamábamos a Dios de una manera distinta.
Y nuestro Padre nos dice hoy:
“…en tiempo aceptable te he oído, y en día de salvación te he socorrido.”
Es decir, “así como te escuché, también te ayudé”. Si uno mira un poco para atrás, aunque tengamos mala memoria, sabemos muy bien cuándo Dios nos ayudó. Si somos honestos, Dios muchas veces nos ayudó a pesar de que no nos acordemos. Y hubo otras tantas en las que no nos dimos cuenta de que estuvo la mano de Dios a nuestro lado. Por eso dice luego el Apóstol:
“…He aquí ahora el día de salvación.”

Para decirlo de otra manera, hoy puede ser tu día y el mío, de poder comprender que la gracia de Dios es invaluable. Porque Dios tiene un propósito con todos nosotros, en cada ciudad, cada continente y en las esferas del más allá. Es la meta de nuestra fe: llegar a vivir una eternidad en gloria. Que Cristo vuelva a buscar a su pueblo y ese pueblo esté preparado.
¿Cómo se prepara? ¿Ustedes tienen diferencias de pensamiento o piensan todos igual? Es difícil eso. También en casa nos pasa lo mismo, tenemos diferencias. Y Dios tiene que cubrirnos a todos, ¿cómo lo puede hacer? Solamente a través del amor, de la fe que nos regaló. Esa fe tiene que traernos obediencia y fidelidad. Son condiciones indispensables para nuestra vida.
El Apóstol Mayor en un Servicio Divino decía que en la historia, en la Biblia, de la vida de Jesús, sanó a varias personas no videntes. De distintas maneras. A algunos les untó barro en los ojos, a otros los sacó afuera de su aldea para poder sanarlos, otros tuvieron que ir a la fuente de Siloé, en fin, de distintas maneras. Pero había una condición para que se sanaran: tenían que ser obedientes a Dios. La indicación que les era dada, tenían que cumplirla. A uno le dijo: vamos fuera de la aldea y tuvo que seguirlo. A otro le untó barro en los ojos, preguntándole si podía creer que iba a ver. Quedó entregado en las manos del Señor y luego pudo ver. Al que llevó al estanque de Siloé le dio la vista también. La cuestión es: Si crees, tenés que ser obediente. Si crees, tenés que quedar fiel hasta que el Señor venga. Pero para creer tenemos que abrir el corazón. No el entendimiento. No el razonamiento humano. Porque pensamos distinto. Uno puede vivir de distinta manera la Obra y la Obra de Dios es para vivirla intensamente. Este es el día en que tenemos que tomar la decisión en nuestra vida. Y si no la hemos podido tomar totalmente hoy, tal vez el miércoles que viene o el domingo, o el lunes: pero tenemos que decidirnos. Decirle a nuestro Padre: yo creo en la gracia. Porque nuestra fe es la que alimenta nuestra alma y nos da la conciencia espiritual.
El Apóstol dice para este día que debemos responder hoy al llamado de Dios. Cada uno de los suyos. Hoy debemos responder en nuestro interior: Padre, realmente quiero creer y vivir esa fe que tú me has regalado. Hoy lo quiero vivir. No quiero esperar a mañana. Porque cuando uno agradece de corazón por lo que vive, también está agradeciendo por lo que va a venir.
Conversaba con un Pastor y me contaba que se encontró con un joven que trabajaba enfrente de la iglesia de donde él es Pastor. Entonces le preguntó si iba al trabajo y le contó que no trabajaba más ahí, que lo habían despedido. El Pastor le dijo: “Voy a orar para que Dios te abra la puerta y puedas encontrar un trabajo. Pero yo te voy a pedir una cosa: cuando consigas el trabajo -porque Dios te lo va a conseguir- tenés que venir a la iglesia”. Entonces el joven le dijo: “Mire, no voy a esperar a conseguir el trabajo, mañana voy a ir a la iglesia” (era un día martes). Y ese miércoles estuvo en el Servicio Divino. No agradecemos solo por lo que recibimos sino por lo que vamos a recibir. Porque es parte de nuestra fe. ¿Ustedes creen que hay un reino eterno para nosotros? Que podremos tener una vida eterna junto a Dios. Porque esto es algo que no vemos. Hay que creerlo.
Hay algo que leí hace mucho tiempo, una historia. En un pueblo muy pequeño, había una radio comunitaria cristiana, donde uno cuando tenía una necesidad llamaba por teléfono y pedía. Un día llamó una señora diciendo que no tenía nada para comer y que si alguien, algún cristiano, podía ayudarla en esto, ella se lo iba a agradecer. Como en todas las historias, hay una parte buena y una parte mala. Entonces un hombre que estaba por allí dijo: Llenen la camioneta de alimentos para llevárselos y cuando te pregunte quién se los manda, decile: “el diablo”. Hicieron así, el empleado llevó los alimentos, la mujer abrió la puerta, les permitió ingresar los alimentos, pero no les preguntaba quién los enviaba. En un momento determinado, el empleado le dice: Señora, ¿no le interesa saber quién manda estos alimentos? “No- respondió- no me interesa. Porque cuando Dios quiere, hasta el diablo es obediente”.
Se trata de poder confiar. Porque esta es una historia un poco risueña, pero yo me lo pregunté para mí: ¿crees así? Todos estamos por gracia. Y la gracia de Dios, es para aprovecharla. Porque es un tiempo delicado. Y el tiempo lo coloca Dios, no los hombres. Los hombres hoy estamos y mañana no sabemos. Pero aquí dice el Apóstol,
“…en tiempo aceptable te he oído, y en día de salvación te he socorrido. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación”

Uno podría decir: hace tanto tiempo que voy a la Iglesia, he vivido tantas experiencias en mi vida. Es tiempo de gracia y de misericordia. El Espíritu Santo está activo en la tierra y Dios ha dejado el envío en los Apóstoles para que ellos puedan transmitir el Evangelio de Jesucristo. Y en los Apóstoles están los demás ministerios también. El Evangelio es la llave de entrada al reino de los cielos. La gracia está activa hoy. Para que nosotros, aun con nuestros errores, podamos modificar estas cosas. No nos habla Dios porque seamos buenos, nos habla porque nos ama. Y nos quiere transformar en vencedores. Para eso, tenemos que comprender de qué se trata. El día es hoy. Cuando Cristo nos llamó a su casa, nos prometió un reino eterno y desarrollamos una vida espiritual y la fe que Dios nos regaló.

Dios les dio a los seres humanos libre y propia voluntad. Cada uno de nosotros podemos decidir si queremos creer o no. No le podemos echar la culpa a otro. A nadie. El testamento que Cristo dejó sobre la tierra es el Evangelio. En los primeros cuatro libros del Nuevo Testamento, está el testamento de Jesucristo, el Evangelio. Si toda la humanidad leyera e interpretara esto, viviríamos en paz sobre la tierra. Ese gran mandamiento, que engloba a todos los mandamientos, a veces no se puede cumplir:
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.” (comparar con Lucas 10:27)
A veces nos cuesta. Dios nos conoce. Y nos regaló, en la presencia de su Hijo sobre la tierra, la posibilidad de la redención. Pero nos dijo: Vos decidís. ¿Querés creer? ¿No querés creer? ¿Querés recibir mi palabra, tener comunión con Jesucristo, vivir una vida de fe? Dios nos regaló una esperanza; la fe trae esperanza. Y la esperanza es lo que nos da vida y fuerza. El ser humano que no tiene esperanza, no tiene prácticamente vida, vive en un estado depresivo, angustiado, con preocupación. El que tiene esperanza de algo, se esfuerza por ello. Dios nos da lo que necesitamos para seguir adelante. Y la esperanza no avergüenza sino que por el contrario, nos da alegría, nos da gozo, nos da ganas de vivir. Esta vida y la que nos espera en la eternidad es una continuidad. Ahora bien, volvemos a decir: es nuestra decisión. ¿Podés creer en esto?

* * *

MAIS NOTÍCIAS

“Carta Pan” - junio de 2017

Jueves 01/06/2017

“Carta Pan” - Mayo de 2017

Lunes 01/05/2017

“Carta Pan” - Abril de 2017

Sábado 01/04/2017

“Carta Pan” - Marzo de 2017

Miércoles 01/03/2017

“Carta Pan” - Febrero de 2017

Miércoles 01/02/2017

“Carta Pan” - Enero de 2017

Domingo 01/01/2017
VER TUDO