Oír la voz de la conciencia

Lunes 25/10/2021

Este domingo, el Servicio Divino de palabra fue realizado por el Apóstol Gerardo Zanotti, acompañado en el servir por el Anciano de Distrito Alejandro Caracciolo. Compartimos un resumen.


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Servicio Divino de palabra – domingo 24 de octubre de 2021

Tema: Experiencias en la fe

Título: Oír la voz de la conciencia

Texto bíblico: Hechos 24: 16: “Y por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres.”

Mensaje: La voz de la conciencia nos puede ayudar a actuar correctamente.

La palabra de hoy nos habla de que la voz de la conciencia nos puede ayudar a actuar correctamente. Este pasaje del libro de Hechos, explicaba el Apóstol Zanotti, se refiere al instante en que Pablo está siendo acusado, por los ancianos y por los judíos de la época, de sedición, de alterar la paz. Esas acusaciones estaban vinculadas al anuncio que hacía Pablo acerca de la resurrección de los muertos. Entonces algunos se sentían un tanto incómodos. Los judíos no creían en la resurrección de nuestro Señor Jesucristo como el camino para alcanzar la vida eterna y esto era lo que Pablo promulgaba.

Alguna vez un Apóstol dijo que la conciencia era la última rienda que Dios tenía en el corazón de los hombres. Cuando uno sube a un caballo o a un carro con caballos, las riendas tienen que estar parejas. Porque si no, el caballo se va a ir hacia la derecha o hacia la izquierda. Las riendas de la conciencia en el corazón también tienen que estar parejas: la fe y la razón, que nos ayudan a actuar sabiamente.

Pablo aquí hablaba también de los gentiles, diciendo que aquellos que no creían en Dios también tienen esas riendas, esa conciencia que es el límite entre lo que está bien y lo que está mal. Y nuestra fe y los Sacramentos ayudan a instalar en nuestro corazón el vínculo con Dios para saber lo que es agradable delante de sus ojos y lo que no lo es.

Dios ya en el principio habló con el ser humano y le hizo algunas preguntas para que las pudiera contestar desde su conciencia. Luego de que cometiera el primer pecado, Dios le preguntó: “¿Dónde estás tú?”. Y de alguna manera Dios también nos pregunta a cada uno de nosotros: ¿Dónde estás? Dónde está el límite entre lo que está bien y lo que está mal, a la luz de la palabra de Dios en nuestro corazón.
Cuando llevaron delante de Jesucristo a esa mujer que había sido encontrada en adulterio, Él les dijo que quien estuviera libre de pecado que arroje la primera piedra. Seguramente cada uno miró en su corazón, a ver quién tenía ese derecho…

La razón y la fe ayudan a construir esa voz de la conciencia. Es una línea, como si fuera el límite que tenemos. Pero también uno a veces puede puedes correr los límites, puede cambiar esas líneas que marca la conciencia. El ser humano tiene la libertad, siempre puede elegir entre hacer
lo que es del agrado de Dios o cruzar esa línea.

Cuando cruzamos esas líneas, la consecuencia del pecado no siempre es inmediata. A veces no pasa nada… Entonces corro mi línea de conciencia y lo que antes estaba mal ahora, por los usos y costumbres, empieza a estar bien. Tenemos que mirar en el corazón a ver si esto lo hacemos en el vínculo con nuestro prójimo. Porque cuando hablamos mal de alguien, cuando
Juzgamos, cuando condenamos, cuando no nos arrepentimos, estamos corriendo los límites que Dios colocó. Y como quizás en lo visible “no pasa nada”, entonces decimos: “Bueno, está bien, quizás nadie se dio cuenta”.

Es como cuando entre dos terrenos vecinos uno corre el límite un poco más allá. A veces nos adentramos tanto en un terreno que no nos corresponde que empieza a ser nuestro modus operandi, vivimos de esa manera, sin que nos importe el prójimo o sin sentir culpa por las cosas que hacemos, sin arrepentirnos. Hemos corrido la línea de la conciencia. Estoy alterando esas líneas que originalmente Dios colocó y que limitan lo que está bien y lo que no está bien.

Sucede que cuando corremos los límites y empezamos a transitar, a vivir en un lugar que no nos corresponde, le estamos robando a nuestra alma la posibilidad de alcanzar paz.
Si hago oídos sordos a la voz de la conciencia, sea porque todos lo hacen, sea porque nadie me vio, estaremos lastimando a otros. Pero el don del Espíritu Santo alimenta nuestra alma y nos
enseña qué cosas son agradables delante de los ojos de Dios. Su palabra viene a preparar nuestra alma para el día del Señor.

Se trata de intentemos evitar el pecado. Pecar, vamos a pecar y Dios sabe que lo vamos a hacer. El tema es cuando nosotros acomodamos la línea de la conciencia y la ponemos en otro lugar, pretendiendo explicarle a Dios por qué lo hicimos o explicarle que tenemos algunas razones que nos asisten para hacerlo. Con Dios no nos tenemos que justificar. El sacrificio de Jesucristo nos justifica a cada uno delante de Dios.
Siempre tenemos la libertad para decir “lo hago” o “no lo hago”. La voz de la conciencia nos puede ayudar a actuar correctamente, si la escuchamos, si nos vinculamos con ella, si estamos siempre preguntándole a ese don del Espíritu Santo que está en nosotros si esto que nos está pasando o que estamos sintiendo es de Dios o no es de Dios.

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