Dios liberta a los cautivos

Lunes 28/06/2021

El Servicio Divino de palabra del domingo 27 de junio de 2021 fue presidido por el Apóstol Guillermo Canessa, acompañado en el servir por el Anciano de Distrito Javier Ávalos. Compartimos un resumen de la prédica.


Para descargar el resumen en formato PDF, hacer clic en: Resumen

Aquí podrán acceder a los extractos en Audio y Video

Servicio Divino de palabra – 27 de junio de 2021

Dios liberta a los cautivos

Texto bíblico: Parte de Salmos 146:7-8: “Jehová liberta a los cautivos; Jehová abre los ojos a los ciegos; Jehová levanta a los caídos; Jehová ama a los justos.”

Mensaje: Dios liberta, sana y consuela.

“Estamos en un día muy especial, porque a través de la palabra que Dios nos regale esta mañana vamos a preparar nuestra alma, en primer lugar para nosotros, para ser fortalecidos y también luego para ser una ayuda”, expresaba el Apóstol al comienzo de la hora, aludiendo a este encuentro en preparación para el Servicio Divino en ayuda para los difuntos del próximo domingo.

Cuando Dios se hace presente en nuestra alma, nos ayuda y nos fortalece, luego también nosotros podemos transmitir esto, podemos llevarlo a otros. Son muchas las almas que han partido al más allá, también en este último tiempo.
En la palabra que el Apóstol Mayor trae para este día de preparación, el salmista habla de los cautivos. Pero no se refería a los que estaban presos por haber cometido algún hecho delictivo, sino a aquellos que habían sido llevados como cautivos a otro país. Y esta es una referencia también para nuestra vida de fe, nuestra vida espiritual.

El ser humano ha quedado cautivo del pecado. No podemos vivir sin cometer pecados ni alejarnos totalmente del mal. Esto solo puede ocurrir a través de la fe en Jesucristo. El Señor vino a sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos, a dar la vista a los ciegos. Lo hace a través de la prédica por medio de sus siervos enviados, a través de la palabra en el altar.
Estamos en un tiempo difícil, espiritualmente hablando, pero que el Señor no nos deja solos. Dios está con nosotros y a través de su palabra entonces nos vas llevando al reconocimiento de que necesitamos, primeramente, abrir el corazón y luego creer.
Dios nos da la libertad, sana la enfermedad de nuestra alma y nos consuela. Como hemos mencionado, lo hace a través de su palabra y también con los Sacramentos, orientando nuestra vida y nuestros pensamientos hacia el día del retorno del Señor, esa meta eterna de nuestra fe.
Para que esto sea así, primero tiene que estar nuestra decisión. Como en aquel tiempo, donde muchos pudieron regresar a su tierra, pero otros se quedaron donde estaban. Es nuestra decisión la de ser obedientes a Dios y a su palabra, al Evangelio.

Como le sucedió al Apóstol Pedro, cuando fue encarcelado, también nosotros a veces estamos
sujetos a cadenas: sujetos a nuestros pensamientos, a las luchas y circunstancias de nuestra vida, en nuestros vínculos. Hay cadenas que a veces son grandes y pesadas. Pero también como en aquel entonces, viene el ángel del Señor a nuestra vida y nos dice: “¡Levántate! No te des por vencido”. Porque tenemos por delante una meta, vivir una eternidad junto a Dios y a nuestros amados.
Entonces hoy el Señor nos pide que sigamos sus mandamientos, su Evangelio. Que no nos detengamos y seremos liberados definitivamente de esa cautividad espiritual.

El Señor también abre los ojos a los ciegos. Y aquí tampoco se refiere al sentido de la vista sino a la ceguera que no nos permite ver todo lo que Dios nos regala. Para poder verlo, tenemos que confiar en Dios. A veces quedamos enceguecidos con nuestras cosas materiales o con las situaciones que nos toca vivir cotidianamente, lo que enfrentamos todos los días, o incluso nuestros pensamientos, nuestra manera de ser. Todo esto nos limita. El Señor nos invita a confiar en Él, a seguir el camino hacia el día del Señor como lo más importante de
nuestra vida. A veces no llegamos a comprender la magnitud espiritual del camino de salvación establecido por Jesucristo en la tierra. Pero justamente por eso nos abre los ojos y vemos cada cosa en su lugar.

Ese camino de salvación tiene que estar en nuestro corazón, pensando que cuando el Señor vuelva a la tierra nos llevará con Él y con aquellos que nos esperan.
Y si nos caemos, Él nos levanta. Cuántas veces Dios se hace presente y nos extiende la mano. Acerquémonos a nuestro Padre, permitamos que pueda nuevamente levantarnos, consolarnos y darnos las fuerzas.

Entonces luego, cuando tenemos las fuerzas y vemos con claridad, cuando tomamos conciencia de lo que tenemos por delante, de la esperanza que tenemos en el día del Señor y en la gloria eterna junto a nuestro Padre, entonces nos alegramos y podemos también confortar a otros. Así como somos ayudados, podremos ser de ayuda para muchas almas aquí sobre la tierra y en las esferas de los difuntos.

GALERÍA