Esparcir el Evangelio

Lunes 27/04/2020

Queremos compartir aquí un resumen del Servicio Divino presidido por el Apóstol de Distrito Enrique Minio, el domingo 26 de abril de 2020.


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Servicio Divino de palabra – domingo 26 de abril de 2020

Tema: La época posterior a la Pascua: el envío del Resucitado

Título: Esparcir el Evangelio

Texto: Mateo 28: 19-20: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos
en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”

Mensaje: Esparcimos el Evangelio de Cristo con coraje.

Para este Servicio Divino de palabra se contó con la participación del Apóstol de Distrito Enrique Minio, quien ofició para los hermanos y hermanas de toda el área acompañado en el servir por el Anciano de Distrito Gustavo Santoro. A continuación, un extracto de la prédica.

Esta es una palabra muy especial. Estamos en el tiempo posterior a la Pascua y entonces el Resucitado nos quiere dar un envío, una misión a cada uno de nosotros. No solo nos ha prometido la comunión eterna con Dios sino que también nos ha dado una tarea: esparcir el Evangelio.
En una sociedad mayormente alejada de Dios, queremos confiar en Él y llevar adelante esta misión, que requiere coraje.

Para profundizar de qué manera “esparcir”, dar testimonio del Evangelio, podemos partir reflexionando en la palabra de hoy.

El primer pedido que allí se menciona es “id”. Ir a un lugar implica moverse, cambiar de ubicación y también salir quizás de nuestro lugar de confort, porque a veces debemos renunciar a particularidades de nuestra cultura o a algunos intereses personales.

El segundo pedido es “haced discípulos”. Hay una diferencia entre ser seguidores y ser discípulos. Hay personas que se destacan por algo y entonces despiertan admiración en sus seguidores, que conocen cada detalle de su vida y de sus logros. Nosotros no queremos solamente conocer en detalle la vida y el obrar de Jesús; un discípulo intenta, además, asemejarse a su maestro. Y nuestro maestro, nuestro modelo es Cristo. La palabra entonces tiene que primero producir cambios en nosotros para asemejarnos a Cristo. Luego, este es el sentir que queremos transmitir también a otros.

Tercero, nos toca motivar. Aquí hablamos entonces del “cómo” esparcir el Evangelio. Este es universal, es decir, para todos. Damos testimonio sin prejuicios, sin hacer acepción de personas, sin hacer diferencias.
A su vez, esparcimos el Evangelio sin hacer promesas: la bendición de Dios no significa que Él hará lo que deseamos sino que nos dará las fuerzas y todo lo que sea necesario para nuestra salvación. Tampoco con amenazas de castigos, porque Dios nos ama y somos libres en Cristo. Decidimos con libertad.

Y en el final del texto leído dice: “…he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Seguimos a Cristo y esperamos su retorno, sabiendo que Dios está con nosotros. ¡También hoy! Queremos ser testimonio de la Obra de Dios más allá de toda circunstancia. Es algo que tiene que salir del corazón, de lo que sentimos.
Aquí recordamos dos palabras. Por un lado, la misión de nuestra Iglesia, que en el comienzo dice: “Ir hacia todas las personas para enseñarles el Evangelio de Jesucristo”. Y por otro, la palabra de Hechos 20:35: “Más bienaventurado es dar que recibir”.

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