Casamiento “de oro” en Dock Sud - Entrevista a los hermanos Rodrigues

Martes 11/10/2011

El domingo 15.05.2011 nuestros hermanos María Carolina Días y Armindo Altino Rodrigues recibieron en la iglesia Dock Sud su bendición matrimonial “de oro”. Los entrevistamos para que nos cuenten su historia y cómo se produjo algo así.


Quisiéramos que se presenten y nos cuenten cómo llegaron aquí.
Ella: Yo nací aquí, soy quinta generación.
Él: Yo soy de Cabo Verde, ex colonia portuguesa. Llegué aquí en 1959, navegando por el sur, y después en un barco que venía de Italia. Llegué aquí, a Dock Sud. Hubo una fiesta caboverdeana y me quedé. Pero necesitaba los papeles para quedarme. Tenía permiso sólo por 90 días. A los 60 días venían de Inmigraciones para avisarme que faltaban 30. Un día, un muchacho me dijo “¿Por qué no te casas, si estas de novio? Así te quedas”. Pensé que era una locura. Estaba sin documentos y sin trabajo. Al poco tiempo me mandaron una carta que tenía que viajar a Holanda, pero me quedé acá, y nos casamos. Pero el primer tiempo cada cual vivía en su casa. Yo hacía “changas”. Nos faltaban los $50 para pagar la libreta y el padre de ella me los prestó.
Ella: ¡Y todavía está la deuda pendiente, mis hermanos se lo reclaman! (risas)
Él: Ahí empecé a trabajar como ayudante de albañil. Después fui chofer (como lo había sido en Cabo Verde). Comía solamente al mediodía, osobuco con arroz, y agua. Después trabajé en un barco y ahí empecé a ganar un poquito más. Un paisano que trabajaba para una compañía alemana me ofreció un trabajo, de mi oficio; le pedí permiso al capataz de la compañía y me quedé. Comencé a aprender un poco de español. Al año entré como peón y a los dos años y medio ya era capataz. Tenía que viajar y entonces estaba fuera de casa 3 ó 4 meses trabajando. A los 3 años de estar acá ya compré mi casa. Muchos se asombraban, y yo decía: no lo tienen porque no quieren. Se hace trabajando, y con fe. Luchando. Muchos se compraban auto, pero no compraban casa. Y fuimos progresando, con el trabajo en la compañía alemana.
También fuimos a ver un departamento en Dock Sud (antes había sido una farmacia), para poner un salón para los caboverdeanos. Así seguí trabajando y arreglé un poco la sociedad. Buscamos un terreno, una señorita nos lo dejó muy barato, y cuando lo terminamos de pagar nos descontaron 10 cuotas por cumplidores. Dijimos “vamos a hacer una institución, yo voy a conseguir un arquitecto”; tenía un amigo que hizo el plano, todo. Primero compré un “Ford” nuevo para rifar y con ello empezamos a comprar los primeros ladrillos. Con la Sociedad Portuguesa acá en Argentina (Cabo Verde ya no era más colonia, el pueblo se independizó), siguiendo mi amistad con los portugueses, compramos un montón de ladrillos y yo puse de mi bolsillo ese auto, rifa histórica en Dock Sud. También compre un departamento en la costa y lo rifé todo para esa sociedad.
Ella: En ese momento también estábamos construyendo en nuestra casa.
Él: Siempre está el que no hace nada y el que hace mucho... Pero uno da las gracias. Luego conocí la Iglesia, acompañando a mi hijo Adalberto. Entonces me empezó a gustar el trato, el respeto, el cariño, ese amor entre hermanos. Me llamó la atención. Nos gustó todo. También estaba Juan Carlos (Sordelli), que era un amigo de la infancia.

Pastor Damiani (dirigente de Dock Sud): El Pastor Juan Carlos Sordelli es nieto del Evangelista Coscia, que activaba en toda esta zona. Los conocen a Armindo y María desde hace unos 50 años. El Evangelista Coscia tenía una panadería (que sigue estando) justo en la esquina de la iglesia y él siempre le daba pan a gente que no tenía para comer, también a muchos de Cabo Verde. Y cuando vinimos acá con Juan Carlos, hubo mucha emoción, mucha alegría. Él también tenía muchas ganas de volver a verlos, se emocionaron, fue una visita especial. La bendición matrimonial ese día la hicimos con Juan Carlos...
Ella: ¡Y lloraban todos! (risas)

Nos gustaría que Ud María nos contara aquel momento hace tantos años, cuando él le dice: “¿Nos casamos?”
Ella: ¡Ja, ja! Él no se animaba por la condición en que estaba. Yo pensaba: ¡Si se va, no lo agarro más! Sabía que él no se animaba a proponérmelo, porque no tenía trabajo; estaba con problemas de papeles y todo eso lo resolvíamos casándonos. Pero me decía: “¿qué casa puedo tener?”. Entonces nos pusimos de acuerdo: “Vos te quedás en la casa de tu tía y yo me quedo en la mía hasta que tengamos lo suficiente para estar juntos”. Así estuvimos un año. Cuando cumplimos dos años de casados [N.de R.: por civil], al día siguiente nacía mi hija. Un 4 de mayo. A veces teníamos para comer y a veces no. Como él dijo, había mucha pobreza y comíamos sólo una vez al día. Pero en ese entonces él ya empezó a trabajar y luchamos; él por su parte, yo por la mía. Mi padre estaba viudo en ese entonces. A Armindo mi mamá cuando estábamos de novios. Cuando nos casamos, hacía dos meses que había fallecido. Entonces, no festejamos la boda, sólo fuimos al Registro Civil y volvimos.
Tengo 3 hermanos. El que me sigue a mí falleció; mi hermano mayor tiene 79, yo estoy por cumplir 75 y mi hermana más chica tiene 68.

Uds., ¿cuántos hijos tienen?
Ella: Tres. Uno es el que vive en San Clemente y es Pastor (Adalberto); una hija vive en San Fernando y la otra en Villa del Parque. Fue chef en un programa de televisión durante 8 años.
El plato típico de Cabo Verde es la “cachupa”. Sería como el locro de acá, pero diferente. Lleva lo básico: porotos, maíz pisado y carne de cerdo, pero en diferente manera. Hay quienes le ponen hasta pollo. La llaman “cachupa rica”, eso depende del bolsillo. Y hay otra variación con pescado.

¿Siguieron en contacto con alguna persona de Cabo Verde?
Él: Sí. Ya viajé cuatro veces y ella, tres. El primer viaje de ella fue en 1985. Yo estaba trabajando como contratista. También fuimos los dos juntos. Y yo fui en 1995 solo, a hacer una diligencia; ella fue en 1998.
Ella: Ese año fui porque había un contingente de 20 personas que éramos hijos, nietos y bisnietos. Fue muy lindo, cada uno tenía los padres y cuando salíamos nos juntábamos; son varias islas.
Las personas son muy variadas: hay pelirrojos, rubios, hay mezcla, negros con ojos celestes, hay rubios con pelo mota, etc. Mi mamá tenía una abuela que era rubia de pelo mota y la otra era negra de pelo lacio y ojos celestes. Mi abuela tenía ojos celestes pero con tendencia de filipinos... Cabo Verde es una mezcla total. Por ahí pasaban todos los esclavos e iban quedando; los que estaban más débiles se escondían en las islas. Y después con europeos se fue formando la raza caboverdeana. Pero siempre hubo más parte africana.

¿Hay alguna vivencia o experiencia que hayan pasado juntos que les gustaría contar?
Él: En una oportunidad, en Mar del Plata, llegamos a una inmobiliaria y dijimos que queríamos comprar una casa. Entonces el vendedor dijo: “Bueno, le mostraré una casa como para usted”. Y nos llevó a ver una casita en muy mal estado.
Ella: Él estaba con la ropa de trabajo y yo tenía toda la plata encima.
Él: En ese entonces yo tenía un “Mustang” de vehículo; cuando me vio subir se asustó y yo le dije que era el chofer. Fui a otra inmobiliaria y le dije que había ido a otra casa y no me había gustado. Me ofreció una casa en construcción.
Ella: Teníamos que pensar en los chicos, a parte de los míos, en mis sobrinos, los ahijados, en total eran 7.
Él: Me dijeron que la casa salía $ 32.000 y les dije que al contado pagaba $28.000. Acordamos y luego fue y le comentó al otro (que era el cuñado): “¡No sabés, hice un negocio!” ¿Por qué será así la gente? Que se guían por la apariencia...
Los caboverdeanos marcan su diferencia. No todos los negros son iguales. Si viene un brasilero y le dice: “Hermano”, responde “no, vos sos brasilero, yo soy caboverdeano.” Cada uno tiene su costumbre. Yo hablo un dialecto. Nosotros hablamos portugués, español y a veces viene un negro de Mozambique, de alguna Colonia, y cada uno tiene su forma de hablar.
En español a veces me cuesta hablar, uno quisiera contar con detalles pero no lo puede decir así como lo diría en el dialecto. Cada uno habla con más libertad en su lengua materna. Yo tendría que hablar 10 veces más el castellano. Pero de tanto que me hablaban, terminé aprendiendo.

Ella: tengo familiares, amigos, que son como nosotros, nacida acá la señora y los padres, y el esposo de Cabo Verde. Y los hijos no entienden el idioma porque los padres no hablaban el caboverdeano sino el castellano, que era el idioma de las señoras, que nacieron aquí. Y ahora que los hijos son grandes, están aprendiendo el idioma del padre. Entre las canciones, libros, lectura, empezaron a aprender. Pero antes, venían familiares de Cabo Verde y a cada rato decían: “¿Qué dijo, mamá?” No entendían. En cambio los míos no tuvieron problemas en entender. Además, pudieron viajar allá (la más chica llegó a Portugal pero no a Cabo Verde).
Cuando nosotros íbamos a la escuela, a veces hablábamos creyendo que lo estábamos haciendo en castellano, y nos salía el dialecto. Y así nos pasaba a mí, a mis primos, a mis hermanos.

Una última pregunta, así los liberamos del castellano. ¿Hay alguna receta para llegar juntos a estos 50 años de oro?

Ella: Básicamente, amor. Después en el matrimonio de 50 años hubo de todo, tuvo buenos momentos y otros no tanto. Momentos graves, pero siempre lo que predominó fue el amor y la confianza, y el respeto.
Él: Y saber escuchar. Y la forma de tratarse, de dirigirse. Aquí escucho muchas “malas palabras” como algo normal, pero en Cabo Verde no somos así.
Es lindo cuando uno esta sentado así, cómodo y conversando, como nosotros estamos acá, con mucho amor. Porque uno se abre, el tiempo pasa sin darse cuenta. El matrimonio tiene de lindo el saber escuchar y saber callar. Porque hay momentos en que podemos entorpecer, entonces hay que callar. Hay tantas cosas que necesitan comprensión y amor. Otra cosa no existe.
Nosotros compartimos el gusto por la cocina y la música. La cocina caboverdeana es muy rica y muy práctica. Todo es en base de pescado, porque somos de mar.
Ella: Cabo Verde está frente a Islas Canarias, lo cruza la línea del Ecuador. Es el “ombligo” entre América y Europa.
Ella: Él sabe que si se porta mal yo le agarro la pierna [N. de la R.: a nuestro hermano le faltan las dos piernas, y por el momento tiene una ortopédica] y la pongo arriba del mueble (risas). Hablando en serio, sé que la situación de él no es de risa. Pero si vos no lo tomás así, ¡no vas a estar llorando todos los días! Pero como sabe, es transitorio, aunque tenga que caminar a uno por hora, lo va a hacer. Hasta que se pueda mover acá, pueda bajar, ir a tomar un remis o lo que sea. El auto lo dejó de manejar hace cuatro años. Además, la pierna que tenía que apoyar era la derecha y hace 16 años se la colocaron.
Él: Yo tomo las cosas con cariño, no pregunto por qué a mí sí, por qué a mí no. Antes jugaba al fútbol, subía y bajaba la escalera, ahora voy por el pasamanos. Pero hay que tener fe.

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