“A ti, ¿qué te motiva?”

Viernes 23/09/2016

A continuación, texto original correspondiente a la sección “Editorial” de nuestra publicación “Comunidad Regional”, edición 9/2016


Detrás de todo lo que hacemos hay un motivo. Esperamos algo de nuestros actos, porque, de lo contrario, no los haríamos. Si de antemano alguna cosa nos parece inútil y sin ninguna probabilidad de éxito, es improbable que hagamos algún esfuerzo por encararla. Simplemente nos faltará la motivación. Este es un punto decisivo en lo que se refiere al trabajo en la Obra del Señor. Es cierto que la fe nos dice que nada de lo que hacemos por el Señor es en vano. Pero, cuántas veces nos parece que nuestros esfuerzos son inútiles: las oraciones no tienen respuesta, las circunstancias no cambian, la disposición a reconciliarse no se manifiesta, todo lo que se dice no ayuda, las visitas de asistencia espiritual no tienen un éxito visible. Antes uno se consolaba con el pensamiento: aunque te hayas esforzado en vano, alguna vez recibirás un galardón. ¿Pero es este el motivo apropiado? Aunque no vea éxito alguno, ¿espero al menos una recompensa?
Un verdadero cristiano no trabaja por la recompensa ni para ver éxitos, sino por amor a Jesucristo y a su prójimo.
Si mi motivación es el amor al Señor, el amor a mi prójimo, entonces no renuncio. Entonces no me dejo desalentar por la falta de éxito. Entonces jamás pongo mi propio desempeño en primer plano, como aquellos que al final creyeron que tenían que volver a enumerarle al Señor todo lo que habían hecho por Él: ¡Oh, todo lo que hemos hecho en tu nombre: profetizar, echar fuera demonios, hacer milagros…!
Lo que cuenta es el amor. Dios no nos mide en nuestros actos, en nuestro éxito, ni por el tiempo que trabajamos para Él ni qué sacrificios nos costó, sino únicamente en que lo hayamos hecho por amor.
De un Servicio Divino del Apóstol Mayor