Miércoles 02/04/2025
No podemos ni imaginar lo que pasaba por el corazón de nuestro Señor Jesús cuando dijo en la cruz: “Consumado es” (Juan 19:30).
Fuente: nak.org
En Getsemaní, Jesús había buscado conversar con el Padre y compartir con Él sus sentimientos. Sabía que Dios es omnipotente, omnisciente y perfecto; y, sobre todo, sabía que Dios lo amaba. Pero, como verdadero hombre, Jesús también tenía miedo de lo que le esperaba. No era un superhombre. Tras una intensa lucha interior, decidió confiar en Dios: “No se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42). Conocía la voluntad del Padre y quería cumplirla hasta el final.
En la cruz, Jesús se sintió abandonado por Dios. Esto le dolió aún más que sus heridas. Sin embargo, ese sentimiento no puso en peligro su confianza en Dios. Al contrario, colocó todo su ser en manos de Dios. En el momento de su muerte, Jesús pudo decir: “Consumado es”. Dios había escuchado sus oraciones y le había dado la fuerza para cumplir perfectamente su misión.
Como Jesús, permanezcamos en contacto con Dios. Confiémosle todo, realmente todo: nuestras alegrías, nuestras preocupaciones, nuestros miedos, nuestras preguntas, nuestras dudas, nuestros deseos. Aprendamos a confiar en Dios: en su poder, su sabiduría y su amor. Este proceso de aprendizaje a veces requiere de intensas luchas interiores. Cuando oramos: “Hágase tu voluntad”, pedimos a Dios que nos dé la fuerza para lograrlo. Dios responderá a esta oración.
De un Servicio Divino del Apóstol Mayor