Triunfo en un carro de fuego

Miércoles 10/09/2025

Un hombre con un manto y otro con un arado. Eso fue todo lo necesario para marcar el inicio de una nueva era. Sumado a una gran fe, que en el final se hizo visible.


Uno de los hombres era solitario, estaba desamparado y no tenía hogar. Aunque su nombre es revelador: Elías, que significa “mi Dios es Yahvé”. Él luchó por el Señor, contra la idolatría y contra aquellos que abusaban del poder.
El otro hombre provenía de una buena familia, era rico y muy trabajador. Su nombre era Eliseo. Encabezaba a una comunidad de profetas que se esforzaban por defender con vehemencia al Dios único. Pero aconsejaba a los reyes, no luchaba contra ellos.
También hubo un manto, una capa hecha de piel de camello. El manto de Elías cayó junto a Eliseo mientras estaba arando un gran campo.

Seguimiento, sin volver atrás

Ese fue el llamado simbólico que recibió Eliseo. Elías llamó a Eliseo como su sucesor. El discípulo primero quería despedirse rápidamente de su familia, pero luego deshizo todos los puentes que quedaban detrás suyo: tomó su yugo de bueyes, los sacrificó y dio la carne al pueblo.
La escena nos recuerda al momento en que Jesús llamó a sus discípulos. Mientras ellos estaban ocupados ganándose la vida, Él vino y los llamó para que lo siguieran. Y les exigió ser consecuentes con la decisión: “Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios”.
Esta línea trazada entre el Antiguo y el Nuevo Testamento puede ser rastreada hasta nuestros días.

Con un encargo, no con privilegios

Eliseo pidió a Elías una doble porción de su espíritu, es decir, el derecho a la primogenitura. Algunos intérpretes de la Biblia ven al manto como una imagen que representa al don del Espíritu Santo. Esto deja lugar a una pregunta: ¿Qué significa hoy ser elegido como hijo de Dios, ser llamado para ser una primicia?
Definitivamente no tiene nada que ver con prestigio ni con un privilegio. El Apóstol Mayor deja esto en claro una y otra vez. En verdad es una misión. Y esto incluye lo que Pablo escribió a los filipenses: “…olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante” (Fil 3:13), es decir, la vida eterna.

En camino hacia una nueva tierra

Un cambio de escenario: Elías, Eliseo y el manto se encuentran a orillas del Jordán. El viejo profeta toma su manto, lo dobla y golpea el agua. El agua se divide, al igual que el Mar Rojo en el tiempo de Moisés o cuando Josué condujo al pueblo a través del río Jordán. Elías y Eliseo también cruzaron el río con sus pies secos. Y abrieron un nuevo camino: la transferencia del liderazgo profético a Eliseo significó el comienzo de una nueva era. Después de los jueces y reyes, ahora serían los profetas quienes guiaran al pueblo de Dios.
Jesucristo no necesitó abrir las aguas, simplemente caminó sobre ellas. Guio al pueblo hacia un territorio desconocido, de una dimensión completamente diferente. Mostró cómo es realmente Dios: un Dios de amor y de gracia. Y los seres humanos hoy siguen caminando con Él, no ya hacia una tierra prometida, sino a un mundo nuevo, hacia la nueva creación.

Cuando el cielo se abre

De repente, Elías había desaparecido. Solo quedó allí su manto. Eliseo lo tomó, fue a la orilla del Jordán y golpeó las aguas con él. “Y así que hubo golpeado del mismo modo las aguas, se apartaron a uno y a otro lado, y pasó Eliseo”. Esto demuestra que para quienes toman ese manto del llamado de Dios, los caminos son allanados. Y aquellos que reciben el don del Espíritu Santo reciben fuerza para su misión.
Y ¿qué sucedió con Elías? “Y aconteció que yendo ellos y hablando, he aquí un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino”, dice 2 Reyes 2:11.
Con ese arrebatamiento, Dios confirmaba la fe por la que Elías había luchado durante toda su vida. Del mismo modo, el retorno de Cristo será una confirmación para todas aquellas personas que creen en Él y se preparan para ello.

Fuente: nac.today - el magazín de noticias de la Iglesia Nueva Apostólica Internacional.

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