“Carta Pan” - Febrero de 2016

Lunes 01/02/2016

Extraído de un Servicio Divino realizado por el Apóstol Guillermo Canessa


Texto bíblico
“Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad.” (1 Juan 1: 6)



Todos tenemos un mismo objetivo, que es llegar al día del Señor. No hay otra meta, no tendría que haber otra meta en nuestro camino, espiritualmente. El día del Señor tendría que ser lo más importante de nuestra vida. Es un objetivo único por el cual entonces Dios nos reúne como su comunidad en distintos lugares.
La palabra que nos alimenta en cada Oficio nos quiere llevar al reconocimiento y a la claridad espiritual. Porque estamos en un tiempo de oscuridad, como nunca fue. Y esta palabra yo la escucho hace muchos años, pero cada vez es peor, cada vez reina más la oscuridad. Uno podría decir: pero, la noche y el día siguen siendo lo mismo. Sí; materialmente hablando, es igual. Pero el tiempo que los espíritus trabajan incansablemente en la oscuridad, se multiplica todos los días. Dios nos quiere llevar a una realidad.

El Apóstol que envía los pensamientos para hoy habla de que en el principio de la creación, en la narración del principio de la creación, estaba todo en tinieblas. Y Dios dijo: “Hágase la luz”, vio que era bueno, entonces la luz fue hecha y puso claridad. Esto nos da una pauta. Muy simple, muy clara: Dios “no se lleva bien” con la oscuridad. Dios es la luz. Dios es la palabra clara. Dios es el camino correcto, claro, sin atajos. Es el que nos habla con toda claridad. Lo hizo al principio, y entonces pudo ordenar lo que estaba desordenado en la tierra. Así lo hace con nosotros en los Oficios, en cada encuentro de los siervos con nuestra alma. Nos trae una palabra, nos regala un consejo, nos edifica a través de esta palabra y por consiguiente también nos da la fortaleza, que la vivimos a través de la comunión, con el cuerpo y la sangre de Jesucristo. Esto lo conocemos.
La palabra no cambia; Dios no tiene mudanza ni sombra de variación (comparar con Stg 1:17), es siempre el mismo. Los que cambiamos a veces somos nosotros, los seres humanos. Entonces adaptamos la voluntad de Dios a nuestra conveniencia.
En el tiempo del Apóstol, cuando escribe esta palabra, también había algunos que creían que estaban las cosas bien, que hacían las cosas bien. Cuando uno cree que hace las cosas bien, no necesita corrección. Pero tenemos que estar atentos, esto es importante. Ninguno de nosotros va a la iglesia a perder una hora de nuestra vida. Hay otros lugares para perder el tiempo. Aprovechar la hora significa aprovechar cada palabra, cada mensaje que viene de Dios. No de los hombres, de Dios. A través de los enviados. Pero esa palabra la tenemos que aprovechar plenamente.
Acá Juan le habla a este pueblo y le dice las palabras que hemos leído. En el versículo anterior dice:
“Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos:…

El mensaje de Cristo.
...Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él.”

Las tinieblas es el mal. Quiero ser totalmente honesto con ustedes: yo no las vencí a las tinieblas. Muchas veces hay oscuridad en alguna parte del corazón. A veces algún rencor, a veces un no perdonar… no lo podemos sujetar a esto. Pero en Dios no hay tinieblas.
¿Qué significa esto? Que nuestra lucha es permanente, es constante. Escuchamos la palabra, nos sentimos bien, participamos del Sacramento, nos hace bien al alma. Pero después nos vamos. Y ahí empieza la otra parte de nuestra vida espiritual. No para demostrarle a los demás sino para demostrarnos a nosotros mismos que somos hijos de Dios, que vivimos en la comunidad de Cristo, que estamos esperando el cumplimiento de la promesa.
Porque el Apóstol dice para este día, en el mensaje: Nosotros tenemos que anhelar y es nuestra meta la comunión eterna con Dios.
Y para lograr esto, lo tenemos que trabajar todo el día, todos los días, todos. Me incluyo en primer lugar.
“Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad.”

Es terminante acá el Apóstol, es muy duro: “Mentimos”. A veces me miro al espejo y digo: “¡qué bueno que soy!”. ¿Soy tan bueno? ¿Qué pensará mi vecino? Pero Dios nos mira, conoce nuestro corazón, nuestra alma. Por eso nos perdona, porque nos ama. Porque también quiere llevarnos a la eternidad y que podamos vivir una comunión eterna con Él. ¿Nuestro objetivo verdaderamente es el día del Señor? Yo me lo pregunto esto también.
Puede haber otros objetivos en mi vida. Quizás es secundario el día del Señor. Si nosotros podemos tener como primero esto, todo lo demás, lo dice la Escritura, será dado por añadidura. Pero hay que buscar el reino de Dios en primer lugar. Es una palabra muy conocida.
“Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad.”

El Apóstol Pablo a los tesalonicenses les dice, en el capítulo 5:
“Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día…” (1 Ts 5:5)

Nosotros. Porque Dios nos trajo a su casa, nos hizo sus hijos, nos eligió, no me pregunten por qué, no lo sé. Pero es la voluntad de Dios y a Dios no le pregunto por qué. Sino que a Dios le pregunto qué tengo que hacer con mi alma, con mi vida, para poder llegar a esa comunión eterna con Él, que es la esperanza que tenemos que llevar los hijos de Dios buscando el cumplimiento de la promesa. Vivir una comunión eterna con él. Cuando estoy en casa, cuando estoy en el trabajo, cuando estoy arriba del vehículo, cuando estoy en un momento de esparcimiento: allí también sigo siendo un hijo de Dios. Porque las obras de las tinieblas traen vergüenza, se oculta para que nadie vea. Pero cuando en el corazón del hijo de Dios está ese poder que Él nos regala y la comunión con Dios, de la luz que quiere colocar en nuestra alma, allí hay una visión totalmente distinta de todas las cosas.
Conversábamos con un hermano y entonces él me decía: “¡Pero esto lo hacen todos!”. Es algo que lo he oído muchas veces: Esto lo hacen todos, si yo no hago lo mismo, voy en contra de la corriente. Esto lo escucho muchas veces. Pero eres un hijo de Dios: ahí está la gran diferencia. El Apóstol Mayor Fehr dijo en una visita: Tenemos que ser un muro de contención. También expresó que tenemos que quejarnos menos y agradecer más. Son buenos consejos que cuando los ponemos en práctica nos hacen bien.
“Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas.”

No somos hijos del mal, somos hijos de Dios. Ese Dios que nos regala una esperanza única sobre la tierra.
Desearía en este día colocar especialmente en vuestros corazones, que tenemos un tesoro: es nuestra fe. Y como todo tesoro, hay que cuidarlo.
Llegar a tener comunión eterna con Dios es parte de un trabajo cotidiano. El Apóstol dice para este día que para tener comunión con Dios debemos llevar una vida de luz y verdad. No podemos vivir en la mentira, Dios quiere que vivamos en la verdad. Y estamos todos en el mismo camino, vamos todos en la misma dirección. Puede haber excepciones pero vivimos casi todos las mismas luchas, los mismos pensamientos. Batallamos contra los mismos espíritus. Pero hay un Dios que es nuestro Padre, que nos eligió y nos quiere llevar a la eternidad. ¿De quién depende? De cada uno. De vivir en la verdad, de decirla, de poder vivir en la luz, en la claridad de Dios que nos ilumina. Luchas vamos a seguir teniendo, no vamos a ser librados de esto. Pero la bendición de Dios es algo que enriquece.

¿Qué es vivir en la luz? Muy simple. Hemos recibido el Bautismo de Agua, que es el primer paso. Y luego hemos recibido del don del Espíritu Santo en el Santo Sellamiento. Le tenemos que dar lugar a ese don del Espíritu Santo. Ese Espíritu trae la conciencia a nuestra alma. Muchas veces he recibido el consejo de mis bendecidores, entonces me decían: Pedile a Dios que te ilumine. Y a veces era un problema, porque había cosas que quería hacer yo, pero no correspondían. Entonces me decía Dios en el sentimiento interior, en ese don del Espíritu que nos regaló a través de la imposición de las manos del Apóstol: “esto no es así”, “vas a perjudicar a alguien”, “no está bien”. Cada uno sabe a quién está sirviendo, a qué espíritu sirve. Si buscamos a Dios, a la verdad de Dios, a la claridad de Dios, a que Dios pueda estar en nuestra alma, sin ningún tipo de fanatismo. A Dios no le agrada el fanatismo. Pero que lo podamos vivir naturalmente. Y que el amor de Dios, que es el que nos atrajo a su casa, pueda cada vez más morar en nuestra alma, en nuestro interior. Tenemos garantizada una patria en la eternidad. Pero depende de nosotros no volver a la oscuridad, no volver a las tinieblas. En la claridad Dios puede ordenar nuestros sentimientos, en las tinieblas no. Nos dio libre voluntad. Yo decido. Si quiero recibir la bendición de Dios, yo lo decido. Dios va a colocarla pero yo tengo que obrar correctamente.
Por eso dice el Apóstol: Para tener comunión con Dios, debemos llevar una vida en luz y verdad. Porque lo otro es muy duro: “Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad”.
A veces es mejor decir: “me equivoqué. Perdoname”, antes que una mentira, que trae a otra, seguimos ocultando y no tiene mucho sentido. Cuando Dios habita en nuestra alma se hace mucho más simple. Y Él lo que quiere es llevarnos a la eternidad. Ahora, depende de nuestra decisión también.


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