“Carta Pan” - Noviembre de 2013

Miércoles 06/11/2013

Extracto de un Servicio Divino oficiado por el Apóstol Jorge Franco


Texto bíblico:
“Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca
decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.
Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré. Bueno es Jehová a los que en él esperan, al alma que le busca”. (Lamentaciones 3: 22-25)



Hoy el texto habla de la misericordia. Es un texto muy profundo, diría que es una posición de corazón deseable para cada uno de nosotros. Esta es la palabra, el punto que hoy nos quiere traer el amado Dios a cada uno de nosotros. Es llegar a un estado, un estado dentro de los estados que haga que en esa altura espiritual el alma vaya madurando, se vaya desarrollando y orientando a lo que el amado Dios desea. Él se dirige al alma, al centro del ser. Por eso cada Servicio Divino tiene ese contenido. Nos interesa saber más de las cosas de Dios, cómo se mueve Él, para saber cómo movernos nosotros. Esa es la forma.

Alguna vez pensé que nuestro camino como hijos de Dios, dentro de nuestra vida como personas, es como esos elementos de la naturaleza creados por Dios que se llaman “corrientes marinas”. Es como un río adentro de otro río. La naturaleza ha generado los elementos para que esto se pueda producir. Y a veces hay, en un mar cálido, una corriente fría, y en un mar frío una corriente cálida.
Hay un montón de cosas o muchos puntos que nosotros consideramos gracia, amor de Dios, manifestación de Dios, misericordia, que hacen que aún en el medio de nuestra vida personal, como seres humanos normales, cada uno con sus situaciones de la vida misma, aprenda a caminar como hijo de Dios en el medio de ello.

Con los límites que nuestra fe coloca, con nuestro reconocimiento que el Espíritu de Dios obrante en nosotros como don también sabe colocar, vamos conociendo a Dios.

Este libro se dice que es del profeta Jeremías, hay algunos autores que no lo dicen. Pero independientemente de eso, lo importante es que alguien expresó esto. Históricamente corresponde al momento durante o después de la destrucción de Jerusalén, a causa de la idolatría del pueblo, del apartarse de Dios. Dios permitió ciertas cosas… Pero había un objetivo, había un propósito.

Por supuesto, en primera instancia, también nos enseñó Dios: “Mira que tus pensamientos no son mis pensamientos”. O sea que hay que aceptarlos, es una premisa de Dios, son las condiciones, uno tiene que comprender y entender, como lo expresaba Dios a través de los profetas, que los pensamientos de Dios son más altos que los nuestros. Y también colocaba una comparación de la naturaleza: “Así como los cielos son más altos que la tierra, así son mis pensamientos”. A veces coinciden con los nuestros y estamos contentos, felices, y nuestra fe asciende a lo más alto... y a veces no. Son los momentos de más prueba, no son errores, son pruebas que Dios permite también. Entonces estos casos, en donde el hijo de Dios fiel queda a la espera de la respuesta de Dios, son los momentos para poder sacar las cosas que no sirven, son los momentos de purificación.

Uno siempre recuerda la expresión del Apóstol Pablo: “A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Ro. 8: 28) , expresión muy profunda. Llegar a una expresión así, no por decirla, sino llegar a un sentir así, tal vez esté antecedido de un largo camino; esto es así. Todo un tiempo, toda una vida, toda una experiencia para llegar a esa conclusión.

En este texto pasa lo mismo. Estaba Jerusalén devastada, dice la historia que fueron quemados hasta los cimientos. Un templo que sería de 400 años, sin embargo Dios lo permitió. El profeta, en el medio de ese dolor, en esa lamentación, en esa tristeza, en el medio de todo eso puede decir esto. A pesar de todo puede decir:
“Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos...”

¿Qué veía este hombre? ¡Si estaba todo consumido!
“...Porque nunca decayeron sus misericordias.”

¿Pensarían lo mismo todos? ¿Cuántos pensarían en esa ciudad, en ese espacio de destrucción, lo mismo que este hombre?
“Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.”

Y acá está la clave:
“Mi porción es Jehová”.

Tenemos muchos deseos humanos, materiales, tenemos metas, tenemos cosas humanas buenas también, pero hemos comprendido que lo que más ha colmado verdaderamente, lo que más ha dado identidad, orientación y meta, ha sido la Obra de Dios en nosotros. Entonces uno piensa: ¿Cómo es que este hombre veía en medio de ese gran problema, que a pesar de eso la misericordia de Dios estaba obrando? ¿Es sencillo esto? Es todo un proceso. Hoy nosotros también tenemos destrucción y a veces estamos envueltos en angustias, en situaciones, en dudas, ¿pero quién no?, todos. ¿Podremos decir a pesar de todo eso que la misericordia de Dios está vigente, que Él es bueno? ¿Cómo se logra esto? Cuando el hijo de Dios vuelve una y otra vez a su Creador, se presenta delante de Él, ruega a Dios y confía.

Hay un canto que dice: “Qué hermoso es orar cuando en el corazón hay confianza y fe, que es de agrado al Señor”. En el medio de las circunstancias, de la lucha, del calor que a veces nos produce la vida misma, buscamos a Dios a pesar de todo. Recuerdo ahora a Job, cómo en el medio de las circunstancias él agradecía a Dios. Tuvo otros momentos también, momentos de queja, de duda, pero luego Dios lo ayudó y él restableció su relación con Dios.

Así somos los humanos. A veces estamos cerca de Dios, a veces nos enojamos con Él, a veces no lo comprendemos, ¿no es cierto? Pero su misericordia es permanente, Dios siempre actúa.
Este profeta sabía ver cosas que tal vez otros no sabían ver, o que muchos a veces no queremos ver. Porque recuerdo cuando este profeta fue llamado a esa acción. Era muy pobre Jeremías. Y entre tantas palabras Dios le dice: “¿Qué ves, Jeremías?”. Y él le respondió: Veo una vara de almendro. Entonces Dios le explica por qué veía eso y luego le dice: “¿Y ahora qué ves?”. Ahora veo una olla hirviendo...
Él veía bien, sabía ver. ¿Qué nos hace ver el tiempo? Nuestra relación con Dios, esa es la realidad. Entonces ahí tiene que aparecer la confianza de los que buscan a Dios y los que hablan con Él, de los que somos sus hijos.

Y comprendemos que, como dice el texto, “su misericordia se renueva día a día”. Ayer mi querido Obispo decía en un reunión que el pueblo de Dios en ese peregrinar hacia la tierra prometida tenía cada día el maná nuevo. Y tenía la indicación de no guardarlo. Algunos lo guardaban y luego ese alimento tenía un problema. Pero día a día Dios renovaba su pacto. Por eso, cada día que comienza, en nuestro saludo, en nuestra oración, tendríamos que renovar nuestro pacto con Dios. Porque Él lo hace con nosotros. A veces uno, como hijo de Dios, experimenta tantas cosas que tal vez no le damos importancia. Es increíble cómo se conjugan los hechos, cómo Dios nos ayuda, cómo Dios establece tiempos, momentos, cruces de caminos porque está trabajando a favor de sus hijos. Ese es nuestro Padre del cielo. Y Él nos dice esto, que lo busquemos, que no lo dejemos de hacer, porque siempre está en actividad y que esa misericordia y ese amor ha sido desde siempre. Él ha tenido un propósito, con nosotros y con toda su generación, y lo ha de cumplir. Sólo es que como seres humanos no nos queremos constituir también nosotros como dioses, sino como su amable creación, porque también Dios quiere compartir una eternidad con todos nosotros.

Y si bien, vuelvo a decir, la vida tiene sus situaciones, aprendamos a ver dentro de esa vida, la mano de Dios. A veces hay momentos de destrucción, pero confiamos. Aceptamos la voluntad de Dios, confiamos, porque la misericordia de Dios siempre está presente, Él es nuestro Padre. Conversemos con Dios, preguntémosle a Dios y Él nos va a dar la respuesta necesaria.

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